Turistas en busca de fauna silvestre: un dilema peligroso para ambos
19 marzo, 2015 (12:11:02)Hay dos factores claves de atracción para los viajeros que buscan Naturaleza y podemos resumirlos en: paisajes y fauna.
Cuando hablamos de paisajes a nivel de atracción turística, nos referimos a entornos que atraen por su belleza, estética, singularidad, …es decir por las emociones que son capaces de transmitir y por la respuesta de percepción por parte de los visitantes. Lo que implica de alguna manera que se premia la espectacularidad y tanto lo diferente a lo habitual, como a veces también la cercanía con el entorno donde se vive. Es muy subjetivo, pero existen variables comunes.
En cuanto a la fauna, no hay duda que es un factor muy importante, para la atracción de turistas. Ahora bien, la singularidad de la fauna silvestre, prima sobre los animales mas cercanos, al igual que con el paisaje. La mayoría de la demanda turística está habituada a los documentales de National Geographic, BBC y otros, que involuntariamente confunden a los espectadores, haciéndoles creer lo fácil que es observar esos animales en libertad.
Cuando se habla de Naturaleza, se provoca una motivación relacionada con los 2 factores anteriores, aunque también parte de ese público lo relaciona secundariamente con el denominado mercado verde o de productos naturales. Esa motivación, se convierte posteriormente en creación de expectativas que implica tanto aquellas pre-concebidas por el consumidor, como las que se prometen en la promoción y publicidad de un viaje.
Por principio de calidad, estas expectativas han de cumplirse para conseguir la satisfacción del comprador-visitante y es cuando comienzan los problemas, tanto del equilibrio entre conservación y visitas, ética profesional y de los visitantes, etología de la fauna, etc. que podríamos resumir bajo un concepto teórico de sostenibilidad, altamente dudoso y de difícil pragmatismo en su aplicación a la realidad.
A nivel de paisaje, es evidente que a mayor calidad ambiental, mejor receptividad del mismo. Y que bajo unas premisas de integración en el entorno/paisajes naturales, el impacto constructivo, infraestructuras públicas y facilidades turísticas, se puede manejar, para alterar lo mínimo.
Pero cuando hablamos de fauna, debemos tener en cuenta que son seres vivos, que tienen su hábitat vital, su etología y que forman parte de un ecosistema con un rol determinado y por tanto su alteración influye en el conjunto de dicho ecosistema y por supuesto afectara directamente a la calidad de las visitas turísticas.
Existe una tendencia histórica, de tratar de crear zoológicos de la naturaleza, en función de poder observar con facilidad a la fauna silvestre.
Se persigue zonas naturales no alteradas con fauna salvaje, pero al mismo tiempo con facilidades turísticas y con garantía de poder ver de cerca aquellas especies que salen en las imágenes promocionales o en la TV.
Por eso, triunfa mucho más un safari de observación o fotográfico en África, que en América, donde por el tipo de vegetación y ecosistemas, la visualización es muy complicada.
Y también por eso, el conocido “birdwatching” destaca a pesar de ser un pequeño segmento de la demanda turística de naturaleza, pero la facilidad de observación (incluyendo comederos, hydes, etc.) disminuye el riesgo de volver sin nada visto.
Seguramente por la tentación de domesticar a los animales, pervive en un porcentaje alto de turistas la búsqueda de esos encuentros emocionales, y persiste un interés notable, de estar en contacto cercano con los animales y aun mejor, poderlos tocar y “jugar”, tratándoles mas como mascotas que como fauna silvestre.
Véanse también algunos accidentes ocurridos en la observación de cetáceos, donde los empresarios para garantizar la observación mas cercana con posibilidad de hasta tocar las ballenas, arriesgan tanto que causan victimas.
Existen demasiados casos donde se ha perdido cualquier comportamiento ético del trato con los animales, para obtener una satisfacción del público, bajo un aparente motivo de “educación ambiental”. Recientemente pude observarlo en el Oceanario de las Islas del Rosario (Colombia), donde como en otros lugares similares del mundo, se convierten las visitas (supuestamente educativas) en espectáculos circenses (sitios donde ya van prohibiendo el uso de animales salvajes para entretener a los espectadores).
Lo último que acabo de descubrir es el “Jamla wildlife lodge” en el zoológico de Camberra (Australia) en el que se vende la experiencia de poder dormir o darse un baño en un bañera, a la que separa un ventanal preparado de un oso, león u otro animal feroz. El remate de esto para mi, es que es en un zoo.
Yo tengo una duda: ¿Dónde está el límite ético, entre las visitas, los animales, la rentabilidad económica y la conservación?
Un cordial saludo y espero sus comentarios
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