Un análisis de Xavier Canalís

¿El verano de los malos turistas o los tontos de siempre? (2ª parte)

Los incidentes con turistas que se pasan de la raya se multiplican este verano ¿pero no estamos ante una vieja historia que se repite tras la pandemia?

Publicada 01/09/23 -Actualizada 27/01/24 13:07h
¿El verano de los malos turistas o los tontos de siempre? (2ª parte)

Análisis / ¿Es este el verano de los malos turistas?, se pregunta la BBC. Razones no faltan, tal como apuntábamos ayer en la primera parte de este artículo. ¿Pero no nos enfrentamos de hecho al mismo problema que quedó hibernado durante la pandemia y ha resucitado con fuerza ahora? ¿Cómo afrontar estas situaciones? A continuación, reproducimos la segunda parte del capítulo 14 del libro que publiqué en 2019 Turisme i turistes, de l'hospitalitat a l'hostilitat (Publicacions de l'Abadia de Montserrat).

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Los destinos turísticos también tienen una parte de responsabilidad en el llamado “turismo de borrachera” y en sus trágicas consecuencias. La tendencia al alcoholismo es un problema importante en determinadas sociedades y grupos de la población, pero si además ofreces barra libre de bebidas en el hotel y combinados XXL a precios muy baratos en la calle, estarás alimentando el fuego con gasolina.

De hecho, estas situaciones pueden llegar a ser muy peligrosas si en vez de tener 30 borrachos en un hotel, los tienes dentro de un avión.

Ha habido casos de vuelos que han tenido que realizar aterrizajes de emergencia para expulsar a pasajeros en estado de embriaguez y comportamiento violento. Para evitar estas situaciones, algunas compañías aéreas han establecido una política de "ley seca" en rutas consideradas "problemáticas", por ejemplo Dublín-Ibiza. En estos vuelos, los pasajeros incluso deben someterse a un registro extra para evitar que entren en el avión con botellas de alcohol adquiridas en el “duty free” del aeropuerto.

Niños no

No todos los comportamientos incívicos de los turistas son tan extremos ni radicales. En ocasiones, podemos observar actitudes que causan auténtico estupor.

Por ejemplo, ver a una criatura de cinco años deslizando su coche de juguete por las paredes de un museo donde se exponen valiosos cuadros y piezas de arte mientras los padres le dejan hacer porque ya se sabe... “Son niños ”.

No estamos hablando de casos aislados. De hecho, cada vez existen más hoteles “Adults Only”, donde no se admiten niños o adolescentes menores de 16 años. Y no son hoteles baratos. Las empresas que operan este tipo de establecimientos saben que pueden cobrar unas tarifas superiores a la media. Por una sencilla razón: hay clientes dispuestos a pagar un precio extra a cambio de disfrutar de unas vacaciones en paz, sin niños gritando y corriendo a su alrededor.

En 2011 algunos restaurantes del País Vasco también empezaron a vetar el acceso a menores, lo que generó una intensa polémica. Una asociación de familias numerosas criticó la medida como "discriminatoria". Sin embargo, desde la Federación de Hostelería se defendió la postura de los restauradores.

“Yo también puedo sentirme ofendido por los padres que tienen a sus hijos en situación semisalvaje, corriendo por las mesas, dando gritos y tirando vasos, y que piensan que un establecimiento hostelero es un parque infantil de juegos. Entiendo que un establecimiento se plante y diga: yo no quiero este tipo de público”, dijo entonces el secretario general de la citada asociación de restaurantes.

Encontrar niños "en situación semisalvaje" en los museos, ciudades, hoteles, playas o restaurantes, sin que un adulto les riña para impedir su conducta, es un fenómeno relativamente moderno.

"El hecho de que haya gente que se queje por la presencia de niños en espacios de ocio, y que opte por ir a lugares exclusivos para adultos, obedece en parte a un sistema de valores y tendencias educativas que no funcionan bien". La reflexión es de Albert Llorca, Doctor en Filosofía y profesor titular de Sociología del Ocio y Psicología del Turismo en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Y es que según me explicaba este experto, “tenemos un problema grave de educación, empezando por la familia y terminando por las instituciones públicas, es decir, hay un proteccionismo hacia los niños -tal y como han dicho muchísimos autores y gente muy solvente- que llevado a los últimos extremos genera una especie de disculparlo todo, justificarlo todo, dando por natural lo que quizás no lo es tanto”.

Un caso extremo relacionado con este fenómeno tuvo como protagonista a un adolescente chino de 14 años. Vete a saber qué sistema de valores y educación tendría ese chico instalado en su cabeza cuando se le ocurrió pintar el mensaje “Din Jinhao estuvo aquí” en una pared con jeroglíficos del templo de Luxor, Egipto, un monumento de 3.500 años de antigüedad.

Según informó el diario China Daily, en uno de cada dos incidentes en todo el mundo donde había turistas chinos involucrados, todo había comenzado por un “comportamiento inadecuado” de los viajeros. Para poner fin a este fenómeno, el Partido Comunista de China publicó en 2013 una guía con recomendaciones para los turistas chinos que viajan al extranjero, y que se entrega en el momento de contratar un paquete turístico. Dicha publicación incluye consejos como “No pisar los jardines ni recoger flores o frutas”, “No gritar”, “Hacer cola en hilera, no en paralelo”, “No escupir”, “No pintar en monumentos históricos” o "Respetar las costumbres y religiones".

¿El verano de los malos turistas o los tontos de siempre? (2ª parte)
Una turista llena su botella de agua encaramada a la Fontana di Trevi, Roma, este verano. Fuente: Redes Sociales.

Respeto a las culturas locales

No hay ningún estudio ni estadística que nos diga qué porcentaje de turistas mantiene una actitud respetuosa cuando viaja al extranjero y qué porcentaje se comporta de forma incívica. Además, una investigación social sobre comportamientos de los turistas sería muy subjetiva. Lo que para algunos podría ser una simple transgresión sin malicia, para otros puede significar una gran ofensa.

Por ejemplo, un caso muy comentado tuvo lugar en Sri Lanka en 2012, cuando tres turistas franceses (dos hombres y una mujer) fueron detenidos por las autoridades locales. Su delito: profanar a un santuario budista. Y es que la mujer había besado los labios de una estatua de Buda y uno de los hombres había imitado la postura del fundador del budismo, comportamientos que ofenden profundamente a los practicantes de esta religión.

En Machu Picchu, Perú, la policía también ha detenido a turistas por haberse desnudado en estas ruinas incas. Otros visitantes se hacían fotos enseñando el culo y las compartían en las redes sociales, para presumir de su hazaña. Comportamientos como este han causado un gran malestar entre la sociedad peruana y las autoridades tuvieron que colgar carteles advirtiendo a los visitantes que “cualquier acto irrespetuoso, obsceno o irreverente a la sacralidad del sitio patrimonial, será severamente sancionado con la inmediata expulsión del sitio, reportando el hecho en la embajada del infractor”.

Turistas que se pasan de la raya en los destinos
Un turista grabando sus iniciales en el Coliseo de Roma, en el verano de 2023. Fuente: Redes Sociales.

A los ciudadanos de Roma tampoco les hace gracia que algunos visitantes se lleven dentro de sus maletas, como recuerdo de su estancia en la ciudad, trozos de su famoso empedrado, llamado “sanpietrino”. Decenas de estas piezas han sido incautadas a turistas en el aeropuerto de Fiumicino.

Por otra parte, ciudades como París, Florencia o Venecia han tenido que pedir a los turistas que dejen de poner “candados del amor” en sus puentes y barandillas. En la capital francesa, había tantos candados en el Pont des Arts que incluso cayó al río Sena un tramo de la barandilla, por el peso acumulado. Lo que para algunos viajeros era un símbolo de su amor, otros turistas y también residentes de París podían considerarlo como un horror estético. En abril de 2018, cuarenta toneladas de “candados del amor” fueron retirados del Pont Neuf y de otras barandillas de París.

Turistas que se pasan de la raya en los destinos
Candados del amor en la barandilla de un puente sobre el río Sena, París. Fuente: Adobe Stock

En Islandia, las autoridades locales pusieron en marcha en 2016 una campaña para pedir a los visitantes que “estudiaran las características del destino” antes de viajar, en un intento para que los turistas se comportaran de manera responsable y sin cometer imprudencias.

De esta forma, a través de una serie de vídeos, se ofrecían consejos sobre conducta responsable, conducción de vehículos, etc. La campaña intentaba mantener, eso sí, un tono divertido, aunque las razones que habían impulsado a ponerla en marcha no eran divertidas. Y es que diferentes grupos de turistas habían protagonizado una serie de incidentes en los que incluso pusieron en riesgo sus propias vidas.

Por ejemplo, docenas de personas fueron observadas en un camino nevado hacia la cascada de Gullfoss, después de haberse saltado las señales de advertencia que bloqueaban el camino. Otro grupo de turistas se había puesto a andar entre bloques de hielo en un lago.

Y hablando de imprudencias, en el 2015 saltó la noticia de que morían más personas en el mundo por haber intentado hacerse una “selfie” (12 muertos, de enero a septiembre) que por ataques de tiburón (8).

Hemos comentado antes que no hay estudios ni estadísticas que muestren qué porcentaje de turistas se comporta de forma incívica o irresponsable. Sin embargo, imaginemos por un momento que consideramos como “turistas incívicos” sólo al 1% de los viajeros internacionales que se moverán por el mundo el próximo año. Esto nos daría una cifra de 14 millones de turistas conflictivos...

Es decir, hoy en día el turismo global mueve volúmenes tan enormes que incluso los porcentajes minoritarios o residuales pueden ser fuente de múltiples problemas.


Este texto forma parte del capítulo 14 del libro Turisme i turistes, de l'hospitalitat a l'hostilitat (Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 2019). La primera parte del capítulo fue publicada ayer.


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