Airbnb y Uber, en el centro de la polémica

Lo tuyo es mío: contra la economía colaborativa

Un nuevo libro que desmonta los mitos de un fenómeno global

Publicada 20/12/16 -Actualizada 03/07/18 22:58h
Lo tuyo es mío: contra la economía colaborativa
  • A medida que los fondos de capital riesgo se hicieron con el control de las plataformas intermediarias, el espíritu original “colaborativo” fue pervertido
  • Los ideales del movimiento original sirven estupendamente como herramienta de marketing para seducir a incautos
  • El autor expone que las empresas de la supuesta economía colaborativa incurren en numerosas malas prácticas

El libro “Lo tuyo es mío. Contra la economía colaborativa”, de Tom Slee (publicado en España por la editorial Taurus) es la historia de cómo un sueño buenista impulsado por las nuevas tecnologías y al calor del espíritu hippy de California ha acabado degenerando en una patraña global de gigantescas proporciones. Un engaño masivo, en el que muchos creen aún, y que se sostiene gracias a los miles de millones de dólares aportados por fondos especuladores de capital riesgo… Y que no puede acabar bien.

Lo tuyo es mío: contra la economía colaborativaLo tuyo es mío: contra la economía colaborativa

En este documentadísimo libro, Tom Slee, un autor que ideológicamente podríamos situar en la izquierda progresista, no esconde sus simpatías por los movimientos cooperativistas y otros proyectos impulsados por comunidades locales basados en compartir recursos.

Es precisamente ese posicionamiento lo que, al principio, hizo sentir al autor cierta admiración y esperanza, tal como reconoce él mismo, respecto al surgimiento de un movimiento que alguien bautizó como “sharing economy”, o economía “compartida” o “colaborativa” entre personas “iguales”.

Pero esa esperanza en un modelo económico alternativo, de menor impacto medioambiental y que favorecería incluso las relaciones humanas comenzó a borrarse en poco tiempo.

Y es que a medida que los fondos de capital riesgo se hicieron con el control de dichas plataformas intermediarias, el espíritu original “colaborativo” fue pervertido y sustituido rápidamente por un ansia comercial pura y dura, donde lo fundamental en esta etapa es conseguir la expansión más rápida posible, tal como expone el libro a través de numerosos ejemplos

¿Y qué pasa con las ideas del inicio, esos principios originales del movimiento colaborativo? Ningún problema: sirven estupendamente como herramienta de marketing para seducir a incautos. El libro es prolífico en este sentido, citando una y otra vez frases y lemas propagandísticos “vacíos de contenido”.

Al fin y al cabo, esos fondos de capital riesgo lo que quieren es acabar vendiendo esas mismas empresas a un precio mucho mayor, obteniendo las rentabilidades más altas posibles.

Hoy, y según expone el autor recurriendo a numerosos datos económicos y múltiples fuentes periodísticas que han ido desvelando los entresijos de este fenómeno, empresas como Airbnb, Uber y un largo etcétera son sinónimo de publicidad engañosa (por las apelaciones constantes a ese espíritu de “compartir” y de “buen rollo”); falta de transparencia y verdades a medias; casos de explotación laboral; artimañas para eludir responsabilidades, normativas y pago de impuestos; abusos hacia el consumidor (cuando por ejemplo Uber subía tarifas en situaciones de emergencias) y degeneración de centros urbanos, entre otras lindezas que Tom Slee les dedica.

Dos actores enfrentados

En el proceso de expansión de este fenómeno, el autor destaca además dos actores enfrentados. Por un lado, los importantes grupos de presión que actúan para que estas empresas dispongan de sus propias leyes a medida.

En el otro lado de la trinchera están los gobiernos locales y regionales, que muchas veces se sienten impotentes cuando intentan poner coto a lo que consideran los efectos colaterales y negativos de la supuesta economía colaborativa.

¿Cómo acabará esta historia? El propio autor admite su pesimismo: si este tipo de empresas se acaba consolidando y teniendo rienda suelta, en el marco de una liberalización total de servicios, seguir hablando de un movimiento “colaborativo” será una broma de muy mal gusto.

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