Por cardinaliacomunicacion, en Economía

Descubre cuatro ciudades perdidas de León (I)

21 septiembre, 2017 (13:54:28)

La ciudad es la organización más vigorosa y compleja que ha creado el ser humano desde que deambula sobre la tierra. Ciudades dormidas bajo el suelo que pisamos, cimientos dispares o armónicos que afirman el triunfo de su existencia al tiempo que implican la zozobra de su fragilidad.

Pero mucho más instructivo, si cabe, es el paso por la historia de ciudades que no llegaron hasta el presente, que se quedaron en el camino y “desaparecieron”, si puede decirse que algo así desaparece sin más.

Guerras, saqueos, deportaciones, catástrofes naturales o sociales y demográficas, epidemias, mortandades... Casi siempre la pérdida de una ciudad deviene consecuencia de actos contrarios a la idea de civilización.

Cuando esto sucede, la ciudad se convierte en un paraje en progresiva metamorfosis, entre la huella del hombre que lo habitó y una naturaleza que reclama su sitio, en un lento retorno al estado inicial. Es por ello que el emplazamiento de las ciudades perdidas irradia una extraña y fascinante alianza entre naturaleza y cultura, un sereno y frágil equilibrio imposible de reproducir de manera artificial. La seducción de las derrotas.

CASTRO DE CHANO. LA CIUDADELA DE PIZARRA

En el último recodo de la provincia de León, en el valle de Fornela, el castro de Chano se encarama sobre una escarpada ladera. Se trata de un asentamiento indígena astur, pero sus vínculos con la explotación minera a gran escala que los romanos ya habían organizado en este territorio, con epicentro en Las Médulas, debió de convertirlo en avanzadilla de un proceso romanizador imparable. Además, aunque ha sido datado en la primera mitad del siglo I d.C., el poblado fue ocupado un corto período de tiempo, durante apenas medio siglo, en el que quizás se dedicase de forma preferente a la forja, habida cuenta de la abundancia de ferramenta (útiles de hierro) en sus casas. Todavía hoy la denominación del valle (Fornela, forno) evoca esta dedicación ancestral.

Pero su mayor excepcionalidad resulta de un extraordinario estado de conservación, que convierte sus apiñadísimas cabañas circulares de pizarra, en auténticos “pozos de habitación”, con alzados que llegan a los cuatro metros, todas ellas abrazadas en callejas intransitables con escalones, fuertes pendientes y pasos angostos o inútiles que tal vez amparaban a sus pobladores de la rudeza climática. El barrio descubierto en la actualidad, una de las distintas manzanas de que constaba el castro, está rodeado por un grueso muro, quizás más de contención que defensivo y varios fosos, aparte las zanjas de donde se extrajo la materia prima de los paramentos de esta auténtica ciudadela de pizarra. En la falda del monte en que se asienta el castro se ha habilitado la reproducción de varias cabañas circulares que pretenden ilustrar ambientes domésticos astures.

LAS MÉDULAS. LA METRÓPOLIS MINERA

La enorme extensión ocupada por el complejo minero y metalúrgico de Las Médulas, en la comarca leonesa de El Bierzo, supone uno de los paisajes arqueológicos más vastos y espectaculares de Europa occidental, reconocido en 1997 en la Lista de Patrimonio Mundial por la UNESCO.

La riqueza aurífera de los cauces y tierras del entorno ya fue explotada de manera artesana por los pueblos indígenas, bateando y fundiendo el oro en joyas de singular preciosismo, y debió resultar atractivo indiscutible, y casus belli inconfesable, para los dominadores latinos, cuyas campañas de conquista previas al cambio de Era tuvieron, en este territorio, especial presencia. A partir del siglo I y hasta que la crisis del III provocase un cambio de patrón metálico y un cese abrupto de las explotaciones, Las Médulas se convirtió en el inmenso escenario de una empresa titánica, cobijo de las expectativas creadas por una auténtica fiebre del oro que dio lugar a un verdadero complejo urbano. Dispersas sus instalaciones y asentamientos en una enorme extensión, debió implicar a contingentes de población numerosos, posiblemente poco relacionados con la romántica idea de los esclavos obligados a la fuerza.

Destaca entre todos los elementos, el enorme cráter del circo minero que se contempla desde el mirador de Orellán. En esta colosal corta, de tierras rojizas con sugerentes policromías en especial cuando el sol las anima, desembocan los canales que acarrean el agua por las laderas de los montes Aquilanos hasta los conductos horadados en el subsuelo para provocar la ruina montium, procedimiento de derrumbe por presión hidráulica que arrastraba las tierras para la decantación del mineral en el valle. Los canales, excavados en la pura roca y, en ocasiones, complementados por paredones de mampostería, conforman una red que implica un área enorme y de relieve abrupto que alcanza más de 100 km de longitud en otra comarca, La Cabrera. Las grandes acumulaciones de derrubios (murias) y el Lago Somido, estanque artificial consecuencia de la actividad minera, completan un paisaje transformado radicalmente por la mano del hombre hace dos mil años.

En su entorno se han reconocido varios asentamientos de distintas cronologías y funciones que estructuraron esta metrópolis minera a lo largo del tiempo. Pueden visitarse poblados de tipo astur, como El Castrelín de San Juan de Paluezas, cuyas cabañas circulares, protegidas con muralla, se dotan a menudo de talleres artesanales que muestran la vida de los pueblos prerromanos antes de la actividad industrial, o el castro de Borrenes, cuya construcción se vio mediatizada y atajada por la aparición del poder romano.

Un poblado de época romana, el de Orellán, nos sitúa ante un panorama de especialización característico del Imperio, pues las viviendas (ya de planta cuadrangular y distribuidas según un esquema urbanístico ortogonal) se acompañan de hornos de fundición para la confección de ferramenta o herramientas de hierro. Refleja así un modelo de explotación que tiene su complemento en el yacimiento de Las Pedreiras, residencia señorial atribuida a uno de los administradores del complejo minero que contaba con los lujos distintivos de una mansión romana: estancias alrededor de un peristilo o patio porticado, paredes estucadas y policromadas, etc.

Un aula arqueológica sita en la localidad de Las Médulas, en la parte inferior del circo minero, da servicio y guía a los visitantes.

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