Un post de Esther Mascaró

Turismo, primavera árabe y un Mediterráneo convulso

Publicada 08/03/13 -Actualizada 15/07/18 23:30h
Turismo, primavera árabe y un Mediterráneo convulso

Un Mediterráneo convulso, ¿puede beneficiar a algún destino turístico de la zona? Aunque momentáneamente España obtenga turistas "prestados", ante el cambio de eje del turismo mundial y la amenazas del integrismo islámico los destinos Mediterráneos comparten retos y deberes. Esther Mascaró los analiza en este post.

Por tercer verano consecutivo, 2013 traerá a los destinos turísticos españoles a turistas "prestados" por la situación en nuestros más directos competidores del norte de África (Gfk: España se beneficiará de la Primavera Árabe por tercer año consecutivo). Según el Instituto de Estudios Turísticos (IET), en 2011 las revueltas de la Primavera Árabe desviaron hacia España entre 1,6 y 2,1 millones de turistas prestados, siendo la Comunidad Valenciana (+33,6%), Canarias (+24,1%), Andalucía (+12,5%) y Baleares (+12%) las más beneficiadas, tal y como puede leerse en ¿La Primavera Árabe beneficia realmente a España?

Está claro que España se ha beneficiado coyunturalmente de la situación de inestabilidad social y política en el norte de África y en Oriente Medio, y se está beneficiando aún puesto que destinos competidores potentes como Túnez o Egipto, e incluso Marruecos o Turquía, siguen sufriendo cancelaciones, desvíos de los turoperadores internacionales y recortes de capacidad aérea (España recibió 57,9 millones de turistas en 2012, un 3,9% más). Estos países competían con España siempre en base al binomio precio-calidad, pero en parte se trataba de un binomio falso.

Egipto sufrió nuevas convulsiones sociales a finales de 2012.Egipto sufrió nuevas convulsiones sociales a finales de 2012.

El falso binomio

El precio era evidentemente menor. La vida en esos países es mucho más barata que en los destinos españoles, y también las garantías sociales y salarios de los trabajadores. También los precios hoteleros han sido más competitivos, a pesar de la calidad de las infraestructuras y los servicios hoteleros existentes, con una planta prácticamente nueva.

Pero desde luego ahí se paraban sus ventajas competitivas básicamente porque quienes han invertido en esos destinos son empresas hoteleras extranjeras, pero ese ritmo inversor privado no se ha visto acompañado por una inversión pública en infraestructuras que, para el turismo, son también vitales. Ahora, además, muchas de las inversiones privadas se han paralizado ante la inestabilidad política y el incierto futuro del turismo en esos países. En un momento de debilidad como este aparecen todos los fallos del sistema. Y ya no se trata solamente de la falta de seguridad, sino de infraestructuras como carreteras, transportes e incluso, hospitales, a la altura de la misma calidad.

Campañas de imagen

Egipto y Túnez han realizado grandes campañas internacionales para decir a los turistas que la normalidad ha vuelto a sus calles. Eso ocurría sobre todo de cara al verano pasado, y de hecho lograron mejorar sus cifras respecto a 2011: Egipto pasó de los 9,8 millones de turistas en 2011 a los 11,8 del año pasado (en 2010, antes de las revueltas, se situaba en los 14,5 millones), mientras que Túnez pasó de los 4,7 millones de turistas de 2011 a los 5,7 del año pasado (llegó a los 6,9 millones antes de la primavera árabe).

Turismo, primavera árabe y un Mediterráneo convulsoTurismo, primavera árabe y un Mediterráneo convulso

Pero la situación en países como Mali, Argelia, Libia o Siria y las nuevas protestas callejeras de finales del año pasado en El Cairo no ayudan a que realmente la situación se perciba como "normalizada", ni siquiera para destinos relativamente alejados del caos como Marruecos. Y todo ello a pesar de que a principios de año, TUI Travel y Thomas Cook esperaban un resurgimiento de esos destinos (Los TTOO predicen el resurgimiento del norte de África), especialmente durante el invierno, algo que todavía no ha sido confirmado.

Para la reflexión

A partir de todo ello se me aparecen tres conclusiones sobre las que vale la pena reflexionar:

Primera, que España se dispone a vivir otra temporada alta con turistas "prestados". Quizás para muchos esto sea una buena noticia, pero si somos capaces de mirar un poco más allá de nuestro ombligo veremos cómo la situación de un Mediterráneo convulso no puede ser buena para nadie. El radicalismo islámico es una amenaza real en el norte de África (a poco más de una hora de vuelo de nuestras costas) y la sensación de peligro es contagiosa e irracional. Es imposible que a la larga, esto favorezca a nadie.

Segunda, que el sector turístico de esos países competidores mediterráneos es un gigante con los pies de barro, capaz solamente de competir en precio. Nosotros no hemos hecho nuestros deberes en cuanto a excelencia de nuestro producto turístico, pero está claro que ellos tampoco. Quizás la situación por la que pasan ahora les hará reinventarse, especializarse, invertir en infraestructuras... pero de momento todo eso es complicado. Ésa sí es una ventaja competitiva para nosotros, porque aunque no lo hemos conseguido, estamos en ese proceso de especialización y reinvención de algunos de nuestros destinos emblemáticos. Y si no lo estamos, deberíamos estarlo, porque nosotros no tenemos excusa.

Paralelamente, las economías emergentes surgen con fuerza y desvían el eje turístico mundial lejos del Mediterráneo. Las economías emergentes volverán a tirar del carro del turismo en 2013, y los países y zonas que más gastan ya en turismo en internacional son: China (creció un 30%), Federación de Rusia (un 15%), Latinoamérica (un15%, sobre todo Brasil, Argentina, México y Chile); Estados Unidos (creció un 9%), Japón (creció un 8%) y Canadá (creció un 6%). ¿Están esos mercados emisores lejanos interesados en el Mediterráneo? ¿Sabremos captarles, enamorarles, ofrecerles lo que buscan según sus costumbres e idiomas? Es todo un reto, desde luego. Uno más.

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