Amenaza al turismo: el movimiento social "vergüenza a volar"
14 julio, 2019 (07:00:53)A mediados de año se ha instalado la incertidumbre sobre la marcha de la temporada turística 2019, en la que tras un comienzo prometedor, los datos del mes de mayo y los relativos a las reservas para el verano de los mercados del Centro del Norte de Europa siembran las dudas sobre si este ejercicio mantendrá los niveles de record conseguidos en los últimos años. Pero más allá de esta incertidumbre coyuntural, surge una preocupación de mucho mayor calado para nuestro turismo.
Es el movimiento social que se ha venido a denominar “vergüenza a volar”, que es la traducción del término original sueco “flygskam”. Sería un error minusvalorar la importancia de este movimiento social. Los movimientos sociales actuales, cualquiera que sea su leit motiv- la igualdad, el género, el medio-ambiente- se han convertido en motivadores de la acción social. Alguien ha dicho que ya no hay revolucionarios porque no hay revolución económico-social. Lo cierto es que estos movimientos han ocupado su lugar. Se caracterizan por su potencial emotivo, capaz de captar la adhesión incondicional de la opinión pública a nivel global, y, por tanto, de lograr influir en las decisiones políticas de gobiernos y organizaciones internacionales.
El “flygskam” surgió en Suecia como un movimiento que se opone a los viajes en avión argumentando que contribuyen de manera significativa a la emisión de gases invernadero y, por tanto, al cambio climático. Propone sustituir el avión por otro medio de transporte que sea menos contaminante. En junio su tráfico aéreo ha disminuido un 2%. Rápidamente ha encontrado eco en el la Europa Central y Occidental. Los Gobiernos de Holanda, Bélgica y Francia ya han diseñado medidas fiscales para gravar los viajes en avión. El de Francia propone un impuesto sobre el billete que va de 1,5 a los 18 euros.

La Comisión Europea ha elaborado un estudio que afirma que, si bien el impacto de los nuevos gravámenes que propone para los viajes en avión (impuestos al billete, al queroseno o aumento del IVA) implicarían una reducción del 11% en el volumen de negocio del sector aéreo, el impacto final en el PIB de la UE sería neutro, ya que esa reducción se compensaría con el aumento de actividad de otros sectores económicos que recibirían el apoyo financiero de los gobiernos con los recursos obtenidos con los impuestos a la aviación. El Informe de la CE llega a afirmar que este análisis es válido tanto para el conjunto de la UE como para cada uno de los países miembros. Es difícil de entender este análisis desde un país como España que ocupa un lugar geográficamente periférico y cuyo turismo llega en un 82% por vía aérea.
Para alcanzar el objetivo compartido por todos, de poner freno al cambio climático, es preciso abordar con el mayor grado de racionalidad un tema tan emotivo como es el de la vergüenza a volar.
En primer término, hay que señalar que las estimaciones generales coinciden en afirmar que la aviación contribuye en un limitado 5% a la emisión de gases invernadero. Esta cifra pone en su contexto a la aviación respecto a otras fuentes que contribuyen de manera más decisiva al cambio climático y que atraen en menor medida la atención de la opinión pública. Sería conveniente concentrar los esfuerzos y recursos disponibles en las áreas en las fueran más eficaces y eficientes para obtener los resultados deseables en la emisión de CO2.
En segundo lugar, la aviación está realizando su debida contribución a frenar el cambio climático. Tanto los fabricantes de aeronaves, con motores cada vez más eficientes, como las aerolíneas sustituyendo los aparatos más antiguos por nuevos que suponen menos emisiones y a la vez son más rentables por su menor consumo de combustible. Según señala la asociación de líneas aéreas A4E han renovado su flota con 800 nuevos aviones que reducirán las emisiones en un 24% y han invertido 1.000 millones € en la investigación de nuevos combustibles. Contribuyen con 5.000 millones € en tasas medioambientales y derechos de emisión, que los Gobiernos no destinan precisamente a lograr una aviación más sostenible.
Frente a este esfuerzo del sector de la aviación, los Gobiernos y la Comisión Europea sólo piensan en medidas fiscales, en vez de afrontar la congestión del espacio aéreo europeo que supone un aumento del 30% en el tiempo de vuelo. Los problemas estructurales del sistema europeo de control del tráfico aéreo han provocado un incremento del 5,8% en las emisiones de CO2. La revisión del marco regulatorio del Espacio Único Europeo lleva 18 años pendiente.
La Mesa del Turismo estima que la opinión pública debe disponer de estos datos para mejor valorar las medidas que sean más eficaces para afrontar el tema de la contribución del sector de la aviación a la lucha contra el cambio climático.
Una consideración final, que quizás debiera ser la primera la enfocar este tema: las medidas que se están diseñando para dificultar la movilidad en avión suponen, en definitiva, la limitación del derecho de las personas a moverse libremente, que es uno de los derechos fundamentales del hombre que tanto ha costado conseguir.
Germán Porras, Secretario General de la Mesa del Turismo
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