Infraestructuras, punto débil para el turismo español

Publicada 11/08/01
Infraestructuras, punto débil para el turismo español
La carencia de infraestructuras suficientemente adaptadas y adecuadas al peso de las puntas de la demanda turística vacacional marca la actualidad en estos días de agosto, de plena temporada alta receptiva, en los destinos de sol y playa de España.
La carencia de infraestructuras suficientemente adaptadas y adecuadas al peso de las puntas de la demanda turística vacacional marca la actualidad en estos días de agosto, de plena temporada alta receptiva, en los destinos de sol y playa de España.Cada zona turística tiene sus atractivos naturales, poderosa razón de su atractivo. Pero también posee déficits en materia de infraestructura, que en unos casos son menos relevantes que en otros. Por ejemplo, la insuficiencia de capacidad de suministro eléctrico en varias zonas de la Costa Brava de Cataluña, desequilibrio que entorpece el desarrollo fluido y la normalidad de la actividad turística en una de las zonas más veteranas de todo el litoral mediterráneo.Ni siquiera la instalación coyuntural de generadores de emergencia, este verano, para aportar energía y evitar los cortes en los momentos de picos de demanda ha permitido la normalidad: aún así, se han producido cortes en algunos lugares de la costa catalana. Una circunstancia que ha provocado las iras de los empresarios y profesionales afectados, algunos de los cuales han tenido que hacer frente a pérdidas económicas por el deterioro de la cadena del frío en sus cámaras y/o máquinas refrigeradoras. Otro de los factores críticos para el normal desarrollo de la movilidad turística es el de la saturación de las carreteras y, aún peor, de las autopistas de peaje. Es un mal que afecta prácticamente a todas las grandes ciudades españolas y a los accesos a las zonas de playa. Las retenciones por el desequilibrio manifiesto entre la demanda automovilística y la capacidad de las vías de circulación ha vuelto a ser un factor negativo para el transporte, tanto particular como colectivo. En el caso de Cataluña, es insultante la situación de unas autopistas que son de peaje, sin apenas alternativa en carretera general y que se colapsan con demasiada asiduidad, de modo que las retenciones son hoy por hoy "normales". Una normalidad de peaje frente a la que algunos conductores recurren a la pataleta de hacer sonar sus bocinas, todo un espectáculo para los turistas que coinciden con ellos en las barreras de pago o recogida de comprobante. La insuficiencia de agua potable canalizada o la falta de caudal a suficiente presión es otra de las carencias crónicas en buena parte de los núcleos turísticos del litoral mediterráneo español. El agua se ha convertido en un bien demasiado escaso en muchos municipios y hasta en comunidades autónomas como la balear, que sólo mediante la incorporación de plantas desaladoras en los últimos años ha conseguido evitar situaciones límite. Para colmo de males, el agua disponible en algunas zonas posee tal características de salinidad o de contenido calizo tan elevadas que por un lado desaconsejan su consumo como bebida y, por otro, castigan severamente tuberías, duchas, calentadores y lavadoras, por citar equipos y máquinas usadas tanto a nivel empresarial como particular. Otra de las carencias turísticas españolas es la de puestos de amarre en los puertos deportivos, clubs náuticos y amarres de titularidad pública de determinadas zonas que se auto consideran líderes turísticas. Pero el turista náutico, tan deseado como generalmente de elevado poder adquisitivo, no lo tiene nada fácil para encontrar donde amarrar, debido a la saturación de las instalaciones existentes. Una saturación que si realmente existiese la voluntad de servicio al sector y de captación del turista náutico podría atajarse temporalmente mediante la instalación de sistemas eventuales de fondeo y de amarre, con boyas y pantalanes de temporada. Cataluña y Baleares son las dos comunidades autónomas donde más crítica llega a ser la situación en los meses de julio y agosto. En la primera, la peninsular, por suerte se dio luz verde recientemente por parte de su administración a un paquete de ampliaciones en el número de amarres. En la segunda, la insular, la situación ha desembocado en un callejón sin salida, por la oposición de grupos ecologistas, ahora participantes del poder autonómico, a todo lo que suene a ampliación de instalaciones o nuevos amarres; a lo que se añade la escasa predisposición de los usuarios locales a aceptar boyas de peaje allí donde se han intentado introducir experimentalmente. Mientras, parece políticamente imposible, que no técnicamente, la introducción de pantalanes flotantes provisionales en los clubs y puertos. (P. Morata, ICONOTUR)
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