Por Javier Gutierrez Rodriguez, en Economía

Raíces de Castilla, un viaje a la cuna de Félix Rodríguez de la Fuente

31 mayo, 2018 (20:03:29)

Algunos territorios parecen tallados con un cincel para crear bellos y sugerentes escenarios de contrastes. Y muy pocos son los territorios que en poca extensión son capaces de condensar arte, cultura, tradiciones, historia y un patrimonio natural genuino. Y sólo uno es capaz de mantener las raíces de sus bosques ancladas en la tierra en la que germinaron las “raíces” de un reino.

En el norte de la provincia de Burgos, a caballo entre las comarcas de La Bureba y de las Merindades se extiende un rosario de parajes cambiantes, cuya belleza única es fruto de las fuerzas de la naturaleza que actúan desde hace millones de años y de la caprichosa erosión de los ríos y manantiales que brotan entre la roca caliza. Y para proteger este ensayo plástico está el arbolado, ese manto verde que se funde en el horizonte con las montañas formando una auténtica encrucijada vegetal.

La poliédrica silueta que forma la unión de los términos municipales de Frías, Oña y Poza de la Sal, además de ser el escenario de actuación de la Mancomunidad Raíces de Castilla, es también un interesante punto de transición de las llanuras que se extienden a los pies de la “villa salinera” hasta dar paso a los cortados pétreos de la bisagra geológica que forman los Montes Obarenes.

POR LA CUNA DE FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE

Poza de la Sal ofrece un marco natural realmente atractivo. Si sorprendente resulta ya su emplazamiento amurallado en la ladera montañosa coronada por el castillo de los Rojas, no menos interesante y sugerente es el entorno, cuyo merecido protagonismo recae en las salinas. Este genuino paraje cuya existencia se debe a un fenómeno geológico llamado diapiro tiene su manifestación más pedagógica en el "salero" con forma de anfiteatro que ha sido explotado desde la prehistoria. Pero fueron los romanos quienes lo pusieron en valor creando un complejo extractivo, construyendo infraestructuras de comunicación y un sistema de distribución, lo que significó las bases para el fuerte desarrollo que experimentó en la Edad Media, llegando a ser un potente motor económico de Castilla.

En la actualidad es un importante enclave patrimonial y cultural, ideal para conocer en profundidad un legado inmaterial vinculado al medioambiente.

No es de extrañar que en esta atalaya natural, desde la que se observan con detalle los paisajes de transición de la llanura de La Bureba a las montañas, bajo la atenta mirada de las muchas aves rapaces que aquí encuentran hogar, se despertase el amor por la naturaleza en un jovencísimo Félix Rodríguez de la Fuente.

Nacido en Poza de la Sal, el que fuera el más importante y mejor divulgador de la riqueza natural de nuestro país y al que generaciones enteras le debemos el haber aprendido a amar y a respetar la naturaleza, pasó su infancia en esta villa, a la que estuvo ligado de manera muy especial. En justo reconocimiento se ha creado el Espacio Medioambiental de la Infancia de Félix Rodríguez de la Fuente, en el que se ofrece un acercamiento a la carismática figura del naturalista pozano, a los escenarios que marcaron sus primeros años y los valores ecológicos del entorno que despertaron en él lo que más tarde sería su pasión: la vida salvaje.


Desde esta singular población, también conocida como “villa salinera”, es posible realizar varias rutas de bajo y medio grado de dificultad que ponen al alcance del caminante algunos de los más bellos caseríos de la comarca a través de senderos en permanente contacto con la naturaleza. Sin duda alguna, más allá de la relajante contemplación del paisaje, recorrer los caminos que vertebran esta parte de La Bureba es abandonarse a una profunda sensación de paz no exenta de sorpresas provocadas por el avistamiento de corzos, aves y un sinfín de habitantes de estos bosques.

La ruta Raíces de Castilla permite recorrer caminando las sendas, caminos y calzadas que desde hace siglos comunican las localidades de Frías, Oña y Poza de la Sal. Tomando como punto de partida el pozano barrio de los Corrales, el PR-BU 15 se encamina hacia los villa condal de Oña a través de 16 kilómetros que acercan al caminante a la zona baja del Valle de las Caderechas en el que se asientan las localidades de Salas de Bureba, Termiñón y Tamayo. El recorrido es un placentero ejercicio de contemplación de la naturaleza en la que conviven quejigos y encinas con árboles frutales, entre los que destacan los cerezos que en primavera protagonizan todo un espectáculo de color. Y si se camina en silencio la fauna se deja ver con facilidad, sobre todo los corzos, las ardillas o los jabalís, bajo la atenta mirada del águila real.

Otra de las rutas que parten de Poza de la Sal es la PR-BU 67 que, en un recorrido circular de 6 kilómetros, permite admirar en todo su esplendor la formación geológica del diapiro, uno de los más perfectos del mundo y origen de la tradición salinera, el castillo, los restos de los almacenes de La Madalena y de Trascastro, así como de buena parte de la infraestructura del complejo creado para la producción de sal.

Para los amantes de las marchas tranquilas, el Camino de los Molinos (PR-BU 68) es una propuesta magnífica. Partiendo de Poza de la Sal desde el barrio de los Corrales, la senda conduce en dirección norte hasta encontrarse con el arroyo de Los Molinos. Siguiendo cauce arriba entre bosques de ribera y espléndidas extensiones de pinos y encinas se suceden los restos de antiguos molinos que recrean una atmósfera bucólica hasta en encontrar los restos del convento de San Francisco. No es visitable por ser propiedad privada, pero desde la elevación del terreno que hay enfrente es posible ver lo que aún queda en pie y la magnitud del cenobio. Siguiendo el arroyo y con el trepidar de sus aguas como melodía de fondo, se llega a los restos de otros molinos, punto en el que la ruta cambia de dirección para volver al punto de partida.

Otro sugerente itinerario es el que se encamina hacia el lado sur de Poza de la Sal. Esta propuesta, además de ofrecer algunas de las más espectaculares vistas panorámicas de la comarca y de facilitar el conocimiento de la riqueza medioambiental y de la variedad botánica, se adentra en la hermosa y recoleta aldea de Castil de Lences que, a pesar de su discreto tamaño, atesora un importante patrimonio histórico y monumental desde su origen en el siglo IX en el que el estilo románico es el protagonista, como se puede observar en el monasterio de la Asunción o en la iglesia parroquial.


Volviendo sobre nuestros pasos hasta la mitad del recorrido, en medio de un espléndido pinar, se puede tomar la bifurcación de la derecha para visitar la pedanía de Lences. El caserío se asienta en medio de un paraje de alto valor ecológico y cinegético surcado por aguas limpias y cristalinas, sobre las que se mantienen orgullosos sus antiguos puentes.

En el ecosistema que se despliega a lo largo del territorio de Raíces de Castilla todo parece ordenado con esmero, como si fuera la obra cumbre de un diseñador de jardines, pero a la vez todo emana naturalidad y armonía, una serenidad de formas, olores y colores que sólo pueden ser el fruto de una naturaleza generosa que invita a ser disfrutada con respeto.

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