Los gurús y la teoría de la relatividad
Publicada 03/07/09
Vaya por delante, porque me conozco algunas reacciones, que yo ni soy ni me considero gurú de nada. Sencillamente me intereso por el estudio de los medios sociales, el 2.0 y el turismo y a partir de ahí doy mis opiniones, opiniones que en ningún momento pretenden ser ni se consideran inmutables y que, por lo tanto, pueden cambiar si alguien me convence con su razonamiento de mi equivocación. Recordemos que los mercados son conversaciones, no monólogos, y que de las conversaciones no salen sentencias sino opiniones. Aunque por supuesto esto también es discutible.
Desde mi punto de vista, que no tiene por qué ser compartido, la filosofía 2.0 carece de una ontología basada en principios inmutables, más bien la base de su ontología está en su variabilidad, en la capacidad y posibilidad de evolucionar constantemente llevando la contraria a los que como yo escribimos sobre estos temas. La filosofía, la sociología, la antropología, las ciencias sociales en general se basan ya de por sí en la mutabilidad humana, en la relatividad y en lo efímero de la condición humana en su relación con el entorno que le toca vivir. La filosofía 2.0, aunque tal vez sea algo pretencioso llamarlo filosofía, se asienta sobre esa humanidad pendular y por lo tanto variable. Lo que hoy no parece posible en una herramienta 2.0 como Twitter, mañana puede ser algo normal; la estrategia de marketing que hoy no parece viable en Facebook mañana puede dar sus frutos e imponerse. Todo es relativo.
En esta situación que describimos surgen algunos expertos que consideran el conocimiento como una propiedad, algo escaso y difícil de descubrir. Se consideran receptores y recipientes de ese conocimiento, y como tales se comportan. Sin embargo hoy en día no existe un ecosistema más alejado de la exclusividad del saber que el 2.0. Las redes, la colaboración, la diseminación de la información ha enseñado que el conocimiento está en toda la Red, y que offline esa paradoja tiene su correlato. Es un error basar la verdad o falsedad de una teoría en el origen de la misma. Debemos volver a enfocar nuestra crítica a la teoría misma, a la afirmación, y obviar quién fue su fuente.
Hoy en día seguimos viendo supuestos gurús que no han sido capaces de asimilar los tiempos que corren. De ese modo siguen con un discurso antiguo, más propio de estructuras centralizadas que de la red vital en la que nos encontramos, un discurso compartimentado y no integrador, enfocado a un mercado de la escasez y no a uno de la abundancia. Aún así no podemos erigirnos en jueces de la verdad, recordemos que nos somos ni creemos en los gurús.
Los gurús, esos maestros espirituales a los que se cree a pies juntillas no dejan de ser más que una forma de entender la gestión del conocimiento, de una forma excluyente pero que a algunos les puede ser útil. De todos modos no creo que sea esa una estrategia ganadora en los tiempos que corren.
Y si me permiten un último consejo, pongan en duda todo lo que acaban de leer, analícenlo y critíquenlo, y si así lo creen disientan de lo dicho y escrito. Al fin y al cabo esto no lo ha escrito ningún gurú, sólo yo.
Juan Sobejano (juan.sobejano@hosteltur.com)
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