EL AMOR EN EL BOLSO
26 julio, 2009 (13:34:41)
Mi primera vez fue a los diez años, en 5º de Educación General Básica, pero no me supuso ningún descubrimiento especial. Solo lo pude disfrutar a ratos muertos en medio de las clases. A esas alturas mi padre ya estaba algo preocupado porque él decía que había muchos niños más adelantados que yo, que los veía que lo hacían todo el día, mientras a mí solo me interesaban los tebeos que leía por las esquinas.
No fue hasta los trece años, en la habitación de mis padres, que no disfrute del fogonazo de mi primer amor. Fue un flechazo que me partió el corazón y que me agrandó las puertas de la vida porque me reveló un nuevo mundo de placeres que, aun hoy con taitantos años, estoy descubriendo día a día en los rincones y situaciones más inverosímiles de mi vida, como fue aquel primer “Yo Claudio”, de Robert Graves.
Todo esto me vino a la cabeza ayer mientras, leyéndo mi último amor, en este caso de García Márquez, este describía algo que hacía cuando un nuevo hallazgo llegaba a su vida….lo olía, lo tocaba, lo abría y exploraba al azar… exactamente lo que yo hago.
Toda esta perorata viene a razón de algo que es posible que no tenga que ver mucho con el turismo, lo sé, pero, desde que escucho hablar del LIBRO ELECTRÓNICO, y sus infinitas posibilidades, no se porque no me había dado cuenta de que, si bien se abre un nuevo mundo, también se puede cerrar otro al que, honestamente no se si estoy preparado para renunciar.
Ayer hice un pequeño repaso de algunas noticias que ya se han venido publicando sobre este nuevo e innovador sistema, y si bien hablan de cuestiones como que “Planeta cree que el libro electrónico estará implantado en España en 20 años” , , no dejo de leer cosas del tipo “GUIA DE QUE LIBRO ELECTRONICO ME COMPRO”, , o de la posibilidad de descargar decenas de miles de libros gratuitos desde BB e i-phones,como soportes que ponen a nuestro alcance una cultura y un conocimiento impensable hasta ahora, sin movernos de nuestro sofá.
Pero yo, un amante impenitente de las nuevas tecnologías, , reconozco que tengo una lucha interna que crece porque, si bien los beneficios del libro electrónico me seducen, tengo que decir que no me veo capaz de prescindir de mis amores en formato papel.
Cuando me llega un nuevo libro, -pues pienso que los libros llegan a la vida de uno por alguna razón-, no solo lo leo, también lo toco, lo huelo, lo llevo conmigo en mi cartera…es parte de mí, de mis ratos muertos, de mis colas interminables… Anoto y subrayo; doblo las esquinas para señalar las páginas cuando quiero encontrar una cita que me ha robado el mes de abril. Cuando viajo con ellos, que siempre han sido mis amigos insuperables y trasatlánticos, son las tarjetas de embarque, los puntos eternos que se quedarán para siempre en sus páginas. Cuando los termino, antes de irse a la estantería de mis trozos de vida leídos, escribo en sus primeras páginas los como, cuando, donde….y lo que era mi vida cuando llegaron. De esa forma, cuando años más tarde vuelvo a hojearlos y a ojearlos, es como mirar mi existencia con distintas encuadernaciones. Y cuando presto uno de esos amores a alguien, -cuestión que casi siempre va en contra de mis creencias-, lo hago con una condición inexcusable, y es que una vez terminado, el lector tiene que dejar sus letras junto a las mías, con sus opiniones, reflexiones, su trozo de vida y su firma…..y así el libro tiene cada vez más vida* …..
Las bibliotecas, con todos esos rincones que encontré de niño y vuelvo a buscar ahora con mis hijas, son edificios que me pregunto si sobrevivirán, teniendo en cuenta el que podremos llevar miles de libros en un solo soporte. Las librerías de viejo, los intercambios de segunda mano, los hallazgos sin precio, los encuadernados con tapas duras, con ediciones baratas….todo ese mundo de amor a la lectura, ¿desaparecerá para trasformarse en formas virtuales y electrónicas?. Está claro que no me resistiré a llevar a cientos de autores en mi bolsa, pero seguro que irá acompañado de un libro viejo, usado y vapuleado con olor a tinta vieja y a papel barato. Y es que, ¿Quién puede renunciar a su primer amor?.
*(PD: Esta gran y rica idea se la debo a mi amigo Manolo Molina, a quien se la robé y la hice mía)
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