Reflexiones sobre la gestión turística tras una peregrinación a Tierra Santa
7 mayo, 2017 (17:58:38)En los días pasados hemos realizado una peregrinación a Tierra Santa. No es éste el lugar para compartir las vivencias personales, íntimas, que genera una visita a los Santos Lugares, pero sí de expresar algunos comentarios sobre la gestión de la visita a lugares que atraen a miles de viajeros. Estas reflexiones parecen pertinentes cuando en tantos destinos turísticos se produce la masificación, y las consecuencias resultantes: la frustración de los visitantes y el cansancio de la población local. La forma más razonable de abordar este problema no es la adopción de medidas populistas sino diseñar y aplicar una gestión eficaz de los flujos turísticos. La gestión de sentimientos y emociones, y estos constituyen la esencia de una peregrinación, en un grado superior a un viaje de vacaciones, sea a Santiago de Compostela, Roma, Jerusalén o Santo Toribio de Liébana o Fátima, por mencionar solamente las principales y las de actualidad, es enormemente delicada y exige una alta dosis de sensibilidad y eficacia de los gestores de los lugares visitados, si no se quiere frustrar la experiencia del peregrino.
En este viaje de peregrinación ha habido ocasión de contemplar, y padecer, ejemplos de pésima gestión, así como de gratificantes modelos de sensible y eficiente manejo de la visita.
En un clima emocional, propio de una visita a lugares que el peregrino considera santos, la falta de normas y de orden en un espacio reducido, sobrepasado por la multitud de visitantes, que luchan por alcanzar el objetivo de la visita, es imprescindible establecer y aplicar unas normas precisas y claras de gestión. La cuestión se agrava cuando son los propios gestores los que violan las normas. La repetida ruptura de estas normas por parte de los propios gestores de la visita a la Gruta de Belén, para privilegiar, por razones que se pueden presumir, a unos visitantes sobre otros que esperan pacientemente, crean tensiones que pueden desembocar en incidentes y, en todo caso, generan malestar en los peregrinos.
Otro ejemplo de la diferencia entre una gestión sensible y otra ineficaz y autoritaria se vivió en la visita al Santo Sepulcro, en cuyo control se alternan las diferentes orientaciones religiosas (católica, ortodoxa, armenia, copta, etíope y siria), que se reparten, más que comparten, la gestión del templo. La conducta amable y ordenada del joven fraile franciscano, que contrastaba con la autoritaria, de malos modos e ineficaz del representante de otra de las familias religiosas al que había sustituido en la visita al Tabernáculo que alberga el Sepulcro, consiguió que la tensión acumulada de dos horas de espera y acentuada por la actitud del gestor al que sustituyó, se diluyera y que el limitado tiempo de permanencia en el Tabernáculo constituyera una experiencia altamente satisfactoria.
En ciertos casos no es suficiente la actitud y la capacidad de gestión persona. En el caso del Santo Sepulcro habría que haber dado un paso más radical y no dejar a la personalidad del gestor temporal de la visita la responsabilidad plena de ordenar la gestión. Es una pena que habiéndose llegado a un difícil acuerdo entre todas las orientaciones religiosas para la restauración del Tabernáculo, no se haya sido más ambicioso en el proyecto y se haya diseñado una solución que permitiera, sin desnaturalizar el recinto, acceder por dos vías, duplicando así la capacidad de visitas. La configuración actual del Tabernáculo restringe innecesariamente el acceso y dificulta la experiencia espiritual que busca el peregrino. Contigua a la roca del Santo Sepulcro está la roca en la cual, según la tradición, se embalsamó el cuerpo de Cristo. Esta losa, que todo peregrino visita igualmente que la del Santo Sepulcro, está plenamente accesible con lo que no genera las colas interminables que han de padecer los que quieren acceder a aquél. Lo mismo ocurre con el lugar en el que Jesús oró en el huerto de Getsemaní, que está exento y es accesible. Seguramente que esta propuesta parecerá heterodoxa a algunas de las representaciones religiosas mencionadas, pero con ella se conseguiría que la experiencia religiosa del peregrino, fuera más satisfactoria, objetivo que debería ser común a todos los gestores que comparten la visita del Santo Sepulcro.
Un tercer ejemplo de deficiente gestión lo constituyó la concurrencia en el Cenáculo de diversos grupos de peregrinos. La guía de uno de ellos, con sus gritos y su interminable explicación, hizo imposible que los demás grupos pudieran oír los comentarios de sus respectivos guías, produciéndose protestas y gritos entre unos y otros grupos, que arruinaron la visita. En este caso, sería la técnica la que podría acudir en auxilio para ofrecer una fácil y no onerosa solución, que consistiría en que los miembros de los grupos dispusieran de receptores auriculares que captaran las explicaciones de su respectivo guía, provisto de un micrófono emisor, expresadas en voz baja.
Estas reflexiones sobre gestión de flujos turísticos se enmarcan en la situación presente que experimentan un número creciente de destinos turísticos que se enfrentan a la masificación de las visitas, que exigen soluciones que hagan compatibles los beneficios que aporta el turismo al conjunto de las poblaciones locales receptoras con la minimización de los inconvenientes derivados del alto número de visitantes. Y desde luego, con la satisfacción de los viajeros, que constituye la clave de la capacidad de atracción del destino y su permanencia en el tiempo.
Para comentar, así como para ver ciertos contenidos de Hosteltur, inicia sesión o crea tu cuenta
Inicia sesiónEsta opinión no tiene comentarios.