Un post de Alfonso Vargas

Ministerios de Educación y de Turismo

Campaña #ministeriodeturismoya

Publicada 16/09/11 -Actualizada 15/07/18 23:22h
Ministerios de Educación y de Turismo
  • "Tengo la sensación de que al turismo español le falta ambición y visión a largo plazo, quizás porque nos sintamos cada vez más pequeños"

Al turismo español le falta una mejor formación y más ambición, entre otras cosas. Relacionando el debate sobre la creación de un Ministerio de Turismo con el de la formación en la materia, Alfonso Vargas concluye que un ministerio propio podría trabajar de la mano con el de Educación para convertir a España en un país puntero en investigación y formación en Turismo.

La intención de este post es conectar dos debates que se están sucediendo y solapando estos días en nuestra Comunidad: la de la propuesta de crear un Ministerio de Turismo y la de los “males” de la oferta formativa de grado superior en turismo.

Pros y contras del Ministerio de Turismo

Existen dificultades para encajar un nuevo Ministerio en la estructura administrativa del Estado, para mí fundamentalmente dos: la tendencia (y más en estos tiempos de ajuste) al adelgazamiento de esa estructura, y el hecho de que las competencias estén transferidas a las Comunidades Autónomas. Pero también existen argumentos a favor, que igualmente están siendo desgranados, y que me permito resumir en uno: si el turismo es la principal industria nacional, de las pocas que compiten razonablemente bien a escala global y que nos puede ayudar mucho a salir del apuro/hoyo profundo en el que estamos, todos, también la administración pública, debemos orientarnos a apoyar al máximo este sector tan transversal de nuestra economía, con un impacto decisivo en subsectores como los del transporte, las agencias de viajes, el alojamiento (hoteles y similares), la restauración, los servicios de alquiler inmobiliario, los servicios culturales y de ocio, el comercio… Estaremos locos si no lo hacemos. Como dice un amigo irlandés que lleva mucho tiempo afincado por aquí: "Starving the goose that lays the golden eggs".

Esto es lo que estaríamos haciendo: "crazy", ¿no? Además de ser el primer sector exportador de España, generador, por consiguiente, de esas divisas que tanto necesitamos para salvaguardar nuestros compromisos financieros internacionales, con datos del Instituto de Estudios Turísticos, “en términos de PIB, en la última década la importancia del turismo ha oscilado entre el 10 y el 12%, mientras que en materia de empleo se sitúa en torno a dos o tres puntos menos, entre el 7% y el 10%”.

¿Y la formación?

Este asunto del empleo me permite enlazar con el otro asunto central de este post: la formación.

En primer lugar, permítanme remitirle a dos posts previos al respecto, que pueden contribuir a entender algunos de esos "males" referidos:

-La Formación (grado como se dice ahora) en turismo,

-La descapitalización humana de la universidad (española claro),

El que la formación que se ofrece en un grado (turismo en este caso) sea generalista no es un mal: debe ser así conforme a los designios del conocido como Plan Bolonia. La especialización viene a través de los cursos de postgrado, que prácticamente son obligados para poder tener un buen desarrollo profesional (a quienes vayan a cursar un master les recomiendo que el que elijan tenga un carácter internacional y aporte una visión más allá de los aspectos económico-empresariales muy dominantes en los grados).

Suspenso en idiomas

El asunto del dominio insuficiente de otras lenguas sí que es, sin embargo, un mal muy serio. En turismo, sin un bueno dominio de varias lenguas (inglés a un nivel muy alto, más otras) las expectativas profesionales son nulas (ya en casi todas las profesiones, pero en turismo más aún). Pero la universidad no se puede convertir en una gigantesca academia de idiomas que, además, hereda las deficiencias de esta formación en los ciclos educativos previos. El alumnado se tiene que mover, tiene que salir de su zona de confort y no esperar que se lo den todo hecho.

Afortunadamente, hoy hay muchas posibilidades de estudiar con movilidad al extranjero, que muchos hubiéramos querido décadas atrás. Lo mismo ocurre con las prácticas en empresas (nacionales e internacionales), aspecto en el que se ha avanzado bastante, pese a las limitaciones que aún podemos reconocer.

Pero, ¿aquí se investiga?

Sin embargo, hay otro mal, que no he visto reflejado, y es la de no contar con Centros de estudio y de investigación que sean referencia a nivel mundial. Una primerísima potencia mundial en turismo como España debería tener Centros con ese reconocimiento. Y ahí pienso que un Ministerio de Turismo puede jugar un papel importante, convenciendo y negociando, de igual a igual, con otros ministerios, como el de Educación. El sistema autonómico actual tiende a la fragmentación, y la configuración de unidades docentes e investigadoras genuinamente potentes a escala global requiere de un esfuerzo integrador o, cuando menos, coordinador.

Tengo la sensación de que al turismo español le falta ambición y visión a largo plazo, quizás porque nos sintamos cada vez más pequeños (globalización externa y fuerzas centrífugas internas se unen). Un Ministerio de Turismo podría desempeñar un papel relevante en este sentido, como también en convertir este sector en una actividad no sólo intensiva en mano de obra, sino intensiva en tecnología. El turismo español no debería ser sólo un foco generador de puestos de trabajo estacionales, precarios, de cualificación media-baja y, por ende, de bajo valor añadido, que generan frustración entre los jóvenes que optan por desempeñarse profesionalmente en esta actividad económica tan amplia como diversa.

Debería ser, también, un núcleo potente generador de conocimiento y soluciones tecnológicas para todas aquellas actividades empresariales (muchas) relacionadas con o derivadas de la actividad turística, que fueron referidas más arriba. Elevaríamos así nuestra productividad/competitividad, y mucho, pero esto requiere convencer y apoyar a las empresas, así como, por supuesto, de mucha investigación y de implicar decididamente en este modelo de desarrollo a los agentes del conocimiento (principalmente las universidades públicas): poner en práctica, en definitiva, el modelo de la Triple Hélice. Esta podría ser otra misión destacada de un Ministerio vocacionado hacia el turismo y conocedor del mismo: generar más puestos de alta cualificación, de alto valor añadido y, en suma, de un sector en el que el talento es apreciado y valorado, retenido y atraído, pero de verdad.

Termino con la enunciación de otra vía de profundo calado en la colaboración entre ambos departamentos ministeriales: la educación de la ciudadanía para el turismo, a todos los niveles. Un Ministerio de Turismo podría liderar un programa de esta naturaleza, que considero de capital importancia.

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