Las cosas con historia
11 enero, 2010 (18:59:34)(Quiero hacerles partícipe de mis experimentos caseros)
Hace unos cuantos meses descubrí que el trabajo que realizaba a diario tenía nombre, y era internacional, y, al parecer, en otros países como EEUU está más que consagrado. Se llama storytelling, y hasta que dos “hostelturnautas” no me lo dijeron, yo pensaba que sólo contaba historias, mejor dicho, transmitía historias, mejor dicho, trataba de hacer vivir a quien me atendía las historias que había escuchado, leído o investigado, con la intención de apoyar la conservación del patrimonio intangible de las voces del pasado y los recuerdos. Llevo mucho tiempo contando historias, bueno, creo que eso lo hacemos todos, desde que empezamos a balbucear lo que podemos mientras nos comemos nuestras primeras papillas. Que las cosas con historias son más valiosas, creo que eso ya no cabe duda. Hace poco tuve un invitado en casa, un amigo de hace años. Se trata de una persona algo parca en palabras, frio de emociones y que su vida son los números, números y más números, y si es con decimales, ufff, es ya la panacea. Bueno, el caso es que mientras cenábamos hablamos de lo diferente que éramos y como él me veía como idealista y yo a él como demasiado cerebral; quizá en nuestra gran diferencia radica nuestra duradera amistad. El caso es que en un determinado momento de la cena, se disculpó y fue al baño. Cuando regresó le pedí que me dijera que cosas había visto durante ese trayecto. Lo único que recordaba fue el lavabo y, por supuesto, la taza del inodoro. Me inventé una historia para ver cómo reaccionaba una persona numeral ante un estímulo histórico. Le comenté que era una pena que no se hubiera fijado bien, ya que ese baño contaba con algunos azulejos muy antiguos que había conseguido en un anticuario que los había traído de Inglaterra y que, según decían, habían estado colocados en el wc de Karl Marx, durante su estancia en Londres durante la segunda mitad del siglo XIX. Le conté, que en esa época, escribía su gran obra, “El capital” y que durante sus momentos en el servicio, aprovechaba para apuntar todas las ideas que se le ocurrían en esos azulejos. Algo inocente y conocedor de mi pasión por la historia, escuchó con los ojos muy abiertos y creyó fielmente mis palabras. Tal vez la media botella de vino que ya nos habíamos bebido ayudó en cierta medida. Tres veces más fue al baño esa noche, y llegó a decirme, con cierto entusiasmo, que como se diferenciaban los azulejos viejos de los nuevos, que los había detectado en seguida, y como había logrado acompañar su decoración con otros objetos que se notaba que eran también antigüedades inglesas, como la jabonera. Menos mal que no había cenando ningún comercial de Leroy Merlin que se pudiera sentir ofendido. No desmentí la historia esa noche porque quería ver cómo evolucionaba. A los dos días, vino de nuevo y trajo consigo a un compañero de trabajo para enseñarle mi baño “marxista” y le contó la misma historia que le conté yo, no sin alguna exageración que no recordaba que hubiera salido de mi boca la noche pasada. Una vez dejaron de buscar huellas de escritura en los azulejos, tuve que sentarlos a los dos en el salón y confesarles que toda aquella historia había sido inventada, pero que esperaba que no se sintieran defraudados ya que sin saberlo habían servido como modelos de cómo funciona el turista del siglo XXI. Un “destino turístico”, como tenemos cada uno en nuestras casas, se había convertido en algo único que ofrecía una experiencia a raíz de la historia que lo envolvía. Y el primero que conoció ese destino, transmitió la historia y la experiencia a “otro turista” que quiso tener la misma vivencia. No se enfadaron conmigo y acabamos abriendo otra botella de vino.
Creo y apoyo el buen uso de las historias y sé, que a través de las experiencias que éstas pueden aportar, se puede enriquecer a la sociedad en muchos aspectos. Sin embargo, cuanto más profundizo en el mundo del storytelling, también veo como hay lugares en los que las historias se utilizan para manipular o justificar cosas injustificables. Pero bueno, esa es otra historia que dejaremos para otro día.
Para comentar, así como para ver ciertos contenidos de Hosteltur, inicia sesión o crea tu cuenta
Inicia sesiónEsta opinión no tiene comentarios.