LA EMPATIA CULTURAL IV: El juicio de valor sobre el grado de civilización y la cortesía social.
30 marzo, 2014 (12:02:36)Es frecuente utlizar nuestra propia civilización como baremo para juzgar culturas ajenas. De acuerdo con la proximidad o lejanía percibidas, emitimos juicios de valor del estilo “qué civilizados” o “qué atrasadillos”.
Este tipo de juicio de valor tiene en mi opinión dos grandes problemas que lo invalidan de raíz: la falta de imparcialidad y la inexistencia de valores universales.
En primer lugar está la cuestión de la necesaria imparcialidad. Cualquier valoración, para ser considerada válida y aceptada por todas las partes implicadas, debe provenir de una persona no solamente imparcial sino también percibida como tal.
Por su origen el emisor del juicio puede ser indígena o extraño a la cultura valorada. La valoración por parte de un extranjero parece en principio inválida ya que la cultura propia irá a permeabilizar su criterio. Por ende, la valoración externa, especialmente cuando contiene elementos negativos, suele producir un rechazo visceral por parte de los indígenas.
Por eliminación podríamos por tanto pensar que el juicio de valor interno se perfila como el más válido, sin embargo se topa con un segundo problema: la inexistencia de valores universales.
Históricamente cada país se ha visto definido por una serie de valores, vivencias y factores de tipo cultural, económico, político, religioso, geográfico e histórico. Estos factores no solamente conforman la cultura de un país sino que lo diferencian frente a otros.
De este modo, el juicio de valor interno, si bien podría ser el más imparcial, se haría no en base a criterios universales sino a aquellos propios del país de origen, siendo por lo tanto inválido desde un punto de vista global o internacional. En resumidas cuentas, no podría ser la base para una comparación.
Es por ello que el expatriado debe abstenerse de emitir juicios de valor referidos a la cultura de adopción y, de paso, evitar así el rechazo, ostracismo y la frustración. Obviamente esto no implica la falta de opinión propia sino que supone adoptar una postura neutra (por lo menos en el ámbito público).
Por otro lado el papel de los expatriados en la aproximación de la cultura local a una hipotética cultura internacional es más comparable al suave y contínuo pulido que ejerce la marea sobre el litoral que la brutal fuerza del tsunami.
Sí existe un área en la que los juicios de valor tienen cierta validez universal a la vez que consiguen aportar mayor calidad de vida a la cultura de adopción: se trata de las reglas de cortesía social internacional.
Estas normas facilitan la convivencia a través de la organización de aquellas conductas sociales sin componentes religiosos, políticos o culturales extremos.
Escupir; gritar; guardar la cola; eruptar o flatular; masticar en silencio y con la boca cerrada son ejemplos de conductas sociales.
En esta áreas sí es útil el papel del expatriado en la adopción de conductas basadas en el respeto del prójimo y la salubridad. Conviene recordar que cualquier comentario o juicio de valor ha de hacerse con gran diplomacia y respeto, sin esperar necesariamente la comprehensión por parte del indígena ni tampoco su transformación inmediata y permanente.
Recuerdo una broma que circulaba por Dubai: ¿Cómo se reconoce al extranjero en una administración pública? Es el que se queda en la cola mientras los otros se cuelan….
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