Por Carmen Sánchez Sierra, en Economía

La Malahá amplía su zona termal al aire libre y recupera unas antiguas termas romanas

10 junio, 2016 (11:49:40)


El proyecto está enmarcado en la “Iniciativa de Turismo Sostenible Villas Termales de Andalucía”, que pretende impulsar a los municipios con aguas mineromedicinales


Las aguas termales de La Malahá (Granada), ya eran conocidas por los griegos que colonizaron la población, dándole el nombre de “Valle templado”. Cartagineses y romanos también se asentaron en el lugar, atraídos por sus propiedades curativas.Pero fue en el siglo diecinueve y primeros años del siglo veinte cuando su balneario alcanzó una gran fama.

Para que el rico legado termal e histórico del municipio no caiga en el olvido,el Ayuntamiento de La Malahá se ha propuesto preservar los restos arqueológicos, de época íbera y romana, al mismo tiempo que amplía y recupera lo que queda del antiguo complejo termal. Se ha pretendido crear una especie de jardín islámico, en el que disfrutar de un entorno natural junto a la vega.

El proyecto se lleva a cabo en una zona de unos 7.200 metros cuadrados, ubicados en suelo de protección especial. En una primera fase se han construido tres nuevas piscinas, de agua termal y fría, y un edificio con cerramiento frontal acristalado para proteger los antiguos baños, unas pozas de gran valor histórico que podrán visitarse. Para ello, ha sido necesario realizar trabajos arqueológicos muy complejos, con excavaciones que han dejado al descubierto silos y restos de una villa romana. Todos esos vestigios quedarán integrados y a la vista del público, en una serie de paseos peatonales al aire libre, rodeados de jardines.

La actuación ha supuesto una inversión que ronda los 262.000 mil euros, de los que el 60 por ciento han sido aportados por la Junta de Andalucía, a través de una subvención a la Asociación Termalismo de Andalucía. El proyecto se incluye en la “Iniciativa de Turismo Sostenible Villas Termales de Andalucía”, cuyo objetivo es que los municipios termales, como éste, mejoren su competitividad turística y potencien sus recursos termales. El 40 por ciento restante ha sido aportado por el Ayuntamiento de La Malahá, además de contar con la ayuda del Plan de Fomento de Empleo Agrario (PFEA).

A partir del mes de octubre y hasta el próximo verano se realizará una segunda fase, destinada a poner en marcha una zona de “Interpretación del agua”. El visitante podrá realizar un paseo turístico que conectaría la zona de restos arqueológicos, que acaba de ser recuperada, con el Camino Viejo de la Vega. El proyecto incorporará al recorrido interpretativo las milenarias salinas aún activas, y seña de identidad del municipio, además de antiguos abrevaderos y acequias islámicas.

También quedaría integrada la piscina termal municipal, que retoma su actividad el próximo día 23 de junio y estará abierta durante toda la temporada estival. En ella se puede disfrutar de un baño en agua termal sulfatada, cálcica y magnésica, indicada para tratar afecciones del aparato locomotor y enfermedades de la piel.


El antiguo balneario

La utilización de las aguas de La Malahá con fines terapéuticos es muy remota. La Villa tiene su origen en un asentamiento griego. Los romanos la llamaron “Misarza”, que quiere decir “alivio de los dolientes” y fundaron un balneario que contaba con un gran aljibe, cuya capacidad era de 16.000 arrobas de agua.

En la Edad Media la actividad termal decae. Es a comienzos del siglo diecinueve cuando la Villa vuelve a recuperar el esplendor de tiempos pasados. Llegaron a darse cita más de 1.600 personas en sus instalaciones termales, mientras que la población local no superaba las 300 personas.

El periódico La Gaceta de Madrid publicaba en 1870 una relación de balnearios de todo el país con aguas declaradas de utilidad pública. Destacaba entonces que el de La Malahá era uno de los más relevantes, con una media de 600 visitas diarias. El coche de “Los Baños” salía cada mañana temprano desde Granada capital, con viajeros dispuestos a tomar las aguas. Es famosa la máxima que pronunció una bañista agradecida en 1848: “Aquí no se padece, aquí la vida es dulce”. La Guerra Civil obligó al cierre y ya no volvió a recuperar su fama anterior.