NADAR Y VIGILAR LA ROPA
4 agosto, 2009 (16:05:43)El título de este post viene a razón de una conversación que tuve con unos amigos hace unas semanas. Estos amigos viven en Ibiza, y estábamos hablando de que en las playas de nuestro país, cuando te vas a bañar, o bien tiene que quedarse alguien en las toallas vigilando tus pertenencias, o bien te tienes que ir al agua de espaldas al mar para poder bañarte sin dejar de vigilar por si te roban.
Mis amigos ibicencos me decían que ellos, esto no lo habían experimentado hasta hace unos tres años, que para su isla, eso era impensable hasta hace casi nada. Y que sin embargo ahora no tiene nada de particular encontrarse a gente en un bar frente a la playa, cual pedigüeños de temporada, rogándole al del chiringuito si les permiten hacer una llamada, porque no tienen forma de llegar a su hotel, ya que les han robado hasta la sombra en un baño suicida.
Cuando entras en los aeropuertos una de las primeras cosas que escuchas en megafonía es que “evite robos no descuidando sus pertenencias”, pero yo mismo reconozco que la sensación de no poder dejar las llaves del coche en la bolsa de la playa, mientras me doy un baño, era algo que no tuve hasta hace apenas siete u ocho años. Y de hecho recuerdo una época de mi vida en la que me resultaba gracioso cuando veía a uno de nuestros “escasos” turistas/guiris, rojos como una cuchillada, y con un cordón al cuello, al final del que colgaba un recipiente estanco, donde metían el dinero, las llaves y cualquier otra cosa que les fuera fundamental, no fuera que se lo robasen. Simplemente me parecía inconcebible algo tan absurdo, y las creía cosas de culturas menos civilizadas que la nuestra.Pues bien, hace apenas unos días me sorprendía a mí mismo, por esos souvenirs de dios, buscando un recipiente similar para que, cual San Bernardo del mar, pudiera bañarme sin el temor de tener que volver a la ciudad empujando mi moto.
Como destino espectacular que somos, -y me refiero en general a España-, una de las cosas que más nos deberían diferenciar, -y lo digo como turista-, es la sensación de seguridad, y de que la impunidad no es algo con la que se pueden mover los desuideros, trileros, claveleras, y demás fauna que tanto y tan mal hacen por la industria turística.
Hace unos días me comentaba un amigo que trabaja en la policía local que, cuando cogen a un carterista en plena faena, y el turista los acompaña a presentar la pertinente denuncia, no saben donde tienen que meter la cara para que no se les vea la vergüenza, puesto que mientras el denunciante se puede pasar tres horas entre papeleos y esperas diversas; el denunciado queda muchas veces libre mucho antes, pasando por delante de su víctima con una cara de triunfo y una risita insoportable, para la víctima y para el policía.
Y es que diferenciarse como destino, no siempre consiste en mejorar infraestructuras, servicios y calidad de producto. Hay cosas que se suponen que deberían ser más fáciles de hacer. O al menos más obvias y urgentes.
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