La inseguridad en los destinos e intereses turísticos genera cierta zozobra y debilidad en los objetivos estratégicos preestablecidos entre sus responsables, tanto públicos como privados.
Desde la lejanía de los mercados emisores, por cierto, cada vez más próximos tanto física como socialmente, los turistas e intermediarios van recabando sensaciones que pueden tener un halo negativo, si la emisión de mensajes y noticias están basadas en hechos y realidades duras, difíciles de asimilar e inseguros. Por todo ello, la inseguridad puede llegar a generar efectos totalmente contrarios a todo factor de competitividad, y entre los mismos podemos citar los siguientes: 1) La inseguridad, la violencia y los riesgos se pueden convertir en
factor diferenciador negativo ya que retraen a los turistas de forma especial e inusual, superando por negatividad los desarrollos y los efectos positivos de todo destino y procesos turísticos. Se frenan los estímulos que puedan tener los turistas y estos comienzan a diferenciar esos destinos por algo tan nocivo como es la inseguridad. 2) La inseguridad, la violencia y los riesgos se pueden convertir en un
factor desmotivador. La cuestión que se plantea en los destinos, es qué hacer para poder estimular de nuevo a los turistas e intermediarios para que apuesten por nuestros destinos e intereses. ¿Cómo se alcanza el nivel adecuado de estimulación turística integral cuando se convive con la inseguridad? Reinterpretar el clima social negativo, el espacio afectado, los procesos y lo multidisciplinar de la actividad, se puede convertir en una poderosa fuerza de estimulación. 3) Finalmente, la inseguridad, la violencia y los riesgos se pueden convertir en
factor reductor de valor de los destinos e intereses turísticos. Se reducen los tiempos y espacios productivos, los escenarios adquieren un tono grisáceo y triste que reducen el valor intrínseco del que disponen. Comprender la inadaptación del turista a unos espacios que generan dudas, es el primer paso que se deberá tomar en los destinos para ir recuperando la comprensión y la complicidad de nuestros clientes. Y es que la actividad turística, está muy basada en las sensaciones que se producen, perciben y emiten. Adquirir sensaciones positivas para diferenciarnos, motivar a nuestros turistas y agentes internos, y recuperar la cota de valor que todo destino ha de tener son algunos de los objetivos estratégicos que se han de perseguir para adquirir el grado de competitividad y notoriedad que se merece nuestro sector.
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