Nuevos términos para un sector complejo: turistificación y gentrificación
23 julio, 2018 (12:38:02)Fue en el año 1964 cuando la socióloga británica Ruth Glass puso, por primera vez, nombre a un fenómeno que, cuarenta y tres años después, sigue ocupando numerosos titulares, artículos periodísticos y académicos, así como buena parte de las conversaciones que mantienen los vecinos y vecinas de los barrios y ciudades que se encuentran afectadas por esta dinámica. De forma simple, podemos definir la gentrificación como el proceso de sustitución de un determinado grupo social –perteneciente normalmente a las clases bajas o medias-bajas-, por otros de mayores ingresos y capacidad de consumo –las clases medias y medias-altas- en un determinado territorio.
Entre las aproximaciones científicas más destacadas a la gentrificación encontraríamos aquellas que sitúan el foco en la producción del fenómeno y que girarían, sobre todo, en torno a la obra de gente como Neil Smith y su teoría del rent gap o diferencial de renta. Existen también otros marcos que sitúan el origen de la cuestión en la simple ley de la oferta y la demanda. Esta corriente explicaría la gentrificación desde una perspectiva culturalista basada en la vuelta al centro de las ciudades de unas clases medias ávidas por experimentar la vida urbana, siendo David Ley uno de sus principales precursores. Sea como sea, ambas aproximaciones no suponen compartimientos estancos, influyéndose una y otra, tal y como han reconocido alguno de sus principales representantes. Lo que sí es innegable es que, si bien en sus comienzos la gentrificación era vista como un proceso centrado, fundamentalmente, en el mercado de la vivienda, hoy en día podemos considerar esta perspectiva como pobre, pues el fenómeno rebasa con fuerza el simple mercado inmobiliario para abarcar, además, el paisaje urbano, las reformas y proyectos urbanísticos, la reconfiguración de las ciudades y el papel mismo que hoy juegan estas en el sistema económico mundial.
Por su parte, el turismo es uno de los principales sectores económicos mundiales. A nivel estatal, este sector supone casi el 11,2% del Producto Interior Bruto (PIB) y el 13% del total del emplo. En ciudades como Barcelona, esta cifra pude llegar a alcanzar el 14%, según datos de 2015. A este indudable peso económico hay que añadirle su importancia social como elemento-puente útil para el conocimiento de distintas realidades sociales y culturales, como referente en cuanto a actividades de ocio o, incluso, como conquista dentro del marco de unos derechos laborales que garantizan un mes de vacaciones al año y jornadas de trabajo de cuarenta horas a la semana; como eje central de la libertad de movimiento, entre otros.
Para finalizar, cabría recordar que estos procesos no ocurren únicamente debido al turismo. Cualquier intento de criminalizar el mismo –y sobre todo a los turistas- debe ser, ante todo y por principios, rechazado. No todas las ciudades son iguales, ni todas las áreas dentro de las mismas tampoco. Ni siquiera el turismo tiene el mismo peso en unos emplazamientos que en otros. Además, otros factores, como las reformas legislativas del mercado del alquiler –en España, la reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 2013- también tienen una incidencia directa sobre la rotación de los inquilinos e inquilinas y en la subida de los precios de los alquileres.
Este y otros aspectos han sido investigados por la Escuela Universitarisa de Turismo Ostelea en algunos de sus recientes publicaciones y asistencias a congresos internacionales.
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