Cambio climático: soluciones o amenaza
2 diciembre, 2019 (09:16:41)Al concluir 2019 y empezar una nueva década parece oportuno hacer una reflexión sobre el futuro inmediato que afronta el turismo español. Para hacer este análisis es conveniente repasar la evolución reciente de nuestro turismo y valorar su capacidad de respuesta a los retos que se le han planteado tales como la evolución de la demanda y la apertura de nuevos mercados, mediante la transformación estructural de la oferta y de los destinos. Pero, ante todo, es preciso reflexionar sobre un factor nuevo que está alcanzando unas proporciones que lo hacen difícilmente manejable, no ya para el sector turístico, sino para los Gobiernos y las Organizaciones Internacionales. Es el movimiento social sobre el cambio climático, de cuyas soluciones va a depender el futuro de la actividad turística. El cambio climático afecta de manera doble al turismo, ya que condiciona el futuro de destinos no sólo de sol y playa y de estaciones de montaña, sino también culturales, y a la vez la respuesta que se dé al mismo será bien la solución o una grave amenaza para la actividad turística.
El turismo español ha sabido dar una respuesta muy positiva a los retos y oportunidades a lo largo de su historia. La segunda década del siglo XXI ha sido testigo de un crecimiento sin parangón hasta alcanzar 83 millones turista en 2019, con aportación al PIB nacional del 12,4% aplicando los nuevos criterios de la Comisión Europea, y una contribución al empleo aproximándose al 13%, y unos ingresos (71,500 millones €) que constituyen una aportación decisiva al equilibrio de la balanza de pagos. El turismo español ha sabido mantener su cuota en los mercados tradicionales europeos y a la vez aprovechar la apertura de los nuevos mercados de larga distancia, que permiten profundizar la diversificación de la oferta, con un desarrollo acelerado del turismo urbano, de motivación cultural, así como el de compras y de reuniones. También ha sabido responder a los acontecimientos negativos como el hundimiento de Thomas Cook, que ha puesto de manifiesto la capacidad de respuesta del sector turístico internacional que, en un plazo muy corto, está siendo capaz de sustituir el papel de TC con clientes, destinos y hoteleros, y, a la vez, la necesidad d diversificar la intermediación de la oferta hotelera.
El turismo español no solamente ha sacado partido de las oportunidades que ofrecen los cambios en las tendencias de la demanda y el desarrollo de los nuevos mercados, sino que ha aprovechado la coyuntura favorable para proceder a una profunda reestructuración de la oferta española, realizando un gran esfuerzo inversor, especialmente en la modernización y creación de nueva planta hotelera, con la expansión de las cadenas hoteleras de sol y playa a los destinos urbanos, y creando nuevos productos en el turismo de compras, de salud, de reuniones y de espectáculos. También se han producido movimientos de consolidación empresarial, que han culminado recientemente con las anunciadas fusiones de Iberia y Air Europa y de Ávoris y Halcón Viajes. Estos movimientos suponen un fortalecimiento de la posición competitiva de la oferta española y de su capacidad de negociación con los socios de los mercados emisores.
Sin embargo, una incertidumbre de distinta naturaleza amenaza el horizonte del turismo. Es el movimiento social centrado en el cambio climático. Se está demonizando al viaje, cuando el avión apenas supone entre un 2% y un 5% de la emisión de CO2, mientras que otros sectores como el ganado vacuno, subsidiado por la UE, o la entrega de las compras por las redes sociales suponen una aportación muy superior a la emisión de gases de efecto invernadero. Sin negar la realidad del cambio climático y la necesidad de dar respuesta al mismo, hay que centrarse en los sectores y en las soluciones que sean más eficaces y a la vez más eficientes en el uso de los ingentes recursos que hay que destinar a este fin. Sería un grave error no aplicar estos criterios y dejarse arrastrar por las cotas de excitación que parecen desbordar a los propios Gobiernos y Organizaciones Internacionales, que se pliegan acríticamente ante las soluciones que se proponen.
Así la Comisión Europea ha encargado un Informe sobre el tráfico aéreo en el que se propone como única solución la implantación de nuevos impuestos (sobre el combustible, la emisión de billetes, o el IVA), afirmando que aunque ello afectará en un 11% al PIB de la aviación europea, su efecto será neutro ya que los Gobiernos destinarán los recursos recaudados a estimular otras actividades económicas. Aún más, el Informe señala que el efecto será neutro no solo para el conjunto de la Unión Europea, sino para cada uno de sus países miembros, sin tener en cuenta su posición central o periférica, como es el caso de España, que recibe el 82% de su turismo por vía aérea. Un planteamiento más racional y eficiente, consistiría en que la Comisión Europea implantara definitivamente el Espacio Único Europeo, que acumula un retraso de 18 años, y que supondría un ahorro sustancial en la emisión de gases de efecto invernadero.
Este enfoque está distorsionado al abordar un problema real por parte de los poderes públicos, plegándose a la emotividad de los movimientos sociales, supone una amenaza de nuevo calado que supera la capacidad de respuesta del sector turístico, que al ser uno de los primeros afectados por el cambio climático, ya está adoptando medidas eficaces (renovación de flotas, investigación de nuevas fuentes energéticas, iniciativas en Baleares como la economía circular, o la del turismo regenerativo de las empresas hoteleras). Por ello hay que pedir encarecidamente, como ha hecho la Mesa del Turismo al Gobierno español, que se aborde el problema del cambio climático de la manera más racional y eficiente posible, huyendo de medidas efectistas que tendrían un coste elevado, serían ineficientes y causarían unos resultados muy negativos para una actividad que es fundamental en la economía española .
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