Una "gestión" tragicómica
17 julio, 2020 (05:58:29)Una vez más los responsables de la salud y de la actividad turística en España aplican criterios políticos en vez de una gestión eficaz de las amenazas. Estamos asistiendo estos días a otro episodio esperpéntico de la “gestión” de la pandemia del covid-19, que podría calificarse de cómico si no fuera por las trágicas consecuencias que tiene para la salud de los ciudadanos y por los negativos efectos en la economía española. Ante la alarmante aparición de nuevos brotes epidémicos ha surgido la polémica sobre quien tiene la responsabilidad de prevenirlos y controlarlos. El Gobierno no cumplió el compromiso, exigido por un partido político que se vanaglorió de haberlo conseguido, de haber diseñado un nuevo marco jurídico que habilitara a las Comunidades Autónomas para hacer frente a los nuevos brotes. Criterios puramente políticos y no de eficacia hacen que ahora el Gobierno permita que limitaciones a la libertad personal de los ciudadanos se adopten al margen de la declaración del estado de alarma, y, por tanto, yendo más allá de los límites constitucionales. Así el Gobierno abdica de su responsabilidad y la transfiere a las Comunidades Autónomas y evita cualquier roce político con alguna de ellas. No es de extrañar que la Universidad de Cambridge en su Informe Anual sobre Desarrollo Sostenible haya colocado a España como el último de los 33 países de la OCDE en la gestión de la pandemia (No hay chovinismo, Gran Bretaña está en el puesto 31).
Sin embargo, este comentario, como los anteriores de esta serie sobre el covid-19 y el turismo, no tiene un carácter político, sino que trata de analizar los efectos que las decisiones gubernamentales, basadas en criterios políticos y no en la eficacia de la gestión, tienen en la actividad turística. Empiezan a sentirse los efectos negativos de los nuevos brotes de la pandemia en los destinos turísticos a través de las cancelaciones. El Ministro de Exteriores de Alemania ya ha advertido de imponer restricciones a sus turistas a la vista de su conducta en Baleares. Afortunadamente el Gobierno balear ha reaccionado con el cierre de los lugares más afectados por el llamado “turismo de borrachera”. Barcelona está a punto volver a una situación real de confinamiento. De ahí a la generalización del efecto negativo al conjunto de los destinos españoles sólo hay un paso, por el impacto en la imagen global de España como destino turístico.
Otro aspecto de esta tragicomedia: la gestión del sello “Turismo seguro”. Tanto los destinos como el sector privado (alojamiento, transporte, restauración) han adoptado medidas para hacer frente a los riesgos de la pandemia. Se han diseñado y puesto en práctica protocolos que tratan de garantizar la salud de turistas y trabajadores de los establecimientos turísticos. Las autoridades sanitarias de los destinos vacacionales han previsto medidas de seguimiento y reacción (hospitalización, confinamiento en alojamientos especialmente preparados) ante la aparición de un previsible brote. Sin embargo, todos estos esfuerzos corren el riesgo de resultar baldíos porque, una vez más, han primado las consideraciones puramente políticas frente a criterios eficaces de gestión. Este esfuerzo, que contó con el apoyo inicial de la Administración pública, se ha visto malogrado por la descuidada gestión de la concesión de los sellos. Todo esquema, sea de calidad, de sostenibilidad, o de seguridad, ha de basarse en un riguroso sistema de acreditación. ¿Cómo ha podido incurrirse en un fallo tan fundamental?
Se está corriendo el riesgo de que algo similar ocurra con la gestión de los controles de los viajeros. Son abrumadoras las manifestaciones de testigos sobre que tales controles son meramente formales e incluso inexistentes. Se argumenta que España no hace sino seguir las pautas de la Unión Europea, pero se olvida que somos el primer destino turístico y que es fundamental para nuestra economía y para no hacer correr riesgos innecesarios a la población local, que se adopten las medidas más eficaces disponibles para garantizar que los turistas no sean agentes de difusión de la pandemia. ¿Por qué España tiene que llegar tarde, otra vez, respecto a otros países, cuando somos líderes en turismo? Francia está diseñando un sistema que exige la realización de pruebas serológicas a ciertos viajeros. El aeropuerto de Frankfurt ha puesto en marcha con Lufthansa la realización de test. La compañía aérea ETIHAD exige PCR a todos sus pasajeros. Francia ha anunciado que realizará pruebas a los viajeros procedentes de países de riesgo. Los test no son una garantía cien por cien, pero suponen un grado significativo de seguridad. La adopción de un tipo u otro de test (PCR, test rápidos) dependerá del compromiso entre eficacia, viabilidad técnica y coste económico. Además se está avanzando significativamente en la fiabilidad y facilidad de manejo de los test.
¿Se va a repetir con los turistas el grave error cometido con los trabajadores agrícolas temporales que entraron en España sin ningún control epidemiológico? Lo paradójico es que una vez aparecidos los brotes entre los temporeros ha habido que realizar miles de test. Marruecos nos sirve de ejemplo al autorizar el retorno de estos trabajadores una vez que se hayan sometido a PCR.
Ante estas imprevisiones mantenidas en el tiempo y de tan graves efectos ¿es inapropiado calificar la “gestión” sanitaria y turística de la pandemia como tragicómica?
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