Defendiendo al turismo español
23 julio, 2020 (10:02:17)En esto momentos hay dos grandes amenazas al turismo español: la multiplicación de nuevos brotes entre la población española y el riesgo de importar nuevos casos entre los viajeros que nos visitan. Este nuevo artículo de la serie sobre el Covid-19 y el turismo insiste en las dos ideas básicas que han inspirado los 18 artículos que se han acogido a la liberalidad de HOSTELTUR.
La primera es que la gestión de la pandemia ha podido ser manifiestamente mejorable. Los datos son difícilmente discutibles, y están corroborados por el Informe Anual sobre Turismo Sostenible, elaborado por la Universidad de Cambridge, citado en el artículo anterior, que coloca a España en el último lugar, entre los países de la OCDE, en la gestión de la pandemia. Esta negativa gestión ha tenido y sigue teniendo consecuencias directas en el turismo. Dejemos las referencias al número de víctimas, todavía indeterminado, los fallos en la facilitación de medios al sistema sanitario, y la inoportuna implantación de una cuarenta después de meses de ausencia de control sanitario alguno en nuestros aeropuertos, y centrémonos en la situación presente. Mientras se multiplican los nuevos brotes de la pandemia, con un nivel de casos aproximándose al punto álgido de la pandemia, la respuesta que ofrece España es la absoluta descoordinación, con el Gobierno ausente sin haber diseñado una solución alternativa a la declaración de alarma (el responsable político limitándose a decir lugares comunes que repetimos los que salimos a navegar: “no hay que tener miedo al mar (al virus) sino respeto”) y las Comunidades Autónomas actuando a su arbitrio según su mejor saber y entender, pero con el corolario inevitable de falta de visión de conjunto. El resultado: Irlanda mantiene la cuarentena para los que viajen a España; el Reino Unido está considerando una medida similar; Francia amenaza con el cierre de las fronteras ante la situación en Cataluña, el País Vasco y Navarra, y Alemania se asusta con la falta de acción ante el comportamiento de sus turistas en las Baleares, aunque allí haya habido una reacción positiva del Gobierno balear. Hasta el turismo nacional está retrocediendo, con una avalancha de cancelaciones, ante la multiplicación de nuevos brotes de la pandemia.
La segunda idea-eje de los artículos publicados se basa en la iniciativa, lanzada por una personalidad del turismo británico y un gran amigo del destino España, Martin Brackenbury, consistente en que la mejor manera de asegurar la recuperación del turismo es mediante la generalización de los test a los viajeros, lo que proporcionaría mayor seguridad a ellos mismos, a las compañías de transporte, a los hoteleros y sus trabajadores y a la población local de los destinos. No es un recurso seguro al 100%, ni fácil de aplicar con carácter general, pero sin duda evitaría un brusco colapso de la actividad turística si la pandemia tomara nueva virulencia. Esta iniciativa se va abriendo camino tanto en el ámbito nacional como en el internacional. La Comunidad Autónoma de Canarias ha vuelto a reclamar al Gobierno la implantación de la exigencia de test TCR a los viajeros nacionales e internacionales que lleguen a las Islas; las Baleares está contemplando la misma exigencia, y la Comunidad de Madrid repite una y otra vez el riesgo que supone la insuficiencia de controles en el aeropuerto de Barajas después de haberse detectado 64 casos importados. Está iniciativa va calando también internacionalmente y España debería liderarla dado su papel en el turismo mundial. Las compañías aéreas americanas (Delta, United) y europeas (Lufthansa, IAG) consideran que la única manera de recuperar el tráfico entre ambos continentes consiste en la implantación de test a sus pasajeros). Lufthansa y los aeropuertos de Frankfurt y Munich ya han establecido un sistema de pruebas serológicas para los viajeros. Cuba ha anunciado que aplicará pruebas TCR gratuitas a todos los viajeros internacionales. Esta iniciativa de los test a los viajeros está tomando impulso y sería otra oportunidad perdida, una más, para el turismo español si no fuera capaz de encabezarla.
La defensa reiterada de estas ideas ha sido calificada por alguien, al que aprecio mucho tanto profesional como personalmente, de ideológicas, al parecer con un sentido negativo. Sin embargo, y a la vez, aunque aparezca ligeramente contradictorio, también han merecido el apelativo de intelectual para su autor. ¡Al fin!, al cabo de casi de ochenta años de mucho esfuerzo y ya perdidas las esperanzas, he conseguido ese reconocimiento, aparentemente positivo. Digo aparentemente positivo, porque al sustantivo intelectual se la añade el adjetivo calificativo, de origen gramsciano, de “orgánico” aunque, que yo recuerde, ni he pertenecido a consejos de administración de ninguna compañía turística, ni he recibió remuneración alguna, y que mi servicio a la Mesa del Turismo durante los últimos cuatro años ha sido “gratis et amore”.
Por ello, y procurando no ofender a nadie, pero diciendo las cosas tal como las veo, seguiré defendiendo lo que según mi personal criterio entiendo es lo mejor para el turismo español con plena independencia de condicionamientos económicos o políticos.
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