Eppur si muove
10 octubre, 2020 (10:47:15)Esta entrega de la serie de artículos sobre el covid-19 y el turismo quiere ser continuación del artículo anterior en el que se proponía rechazar el pesimismo, que no conduce sino a la melancolía y a la inacción. La situación actual del turismo es catastrófica, por motivos exógenos de carácter sanitario, y, por tanto la superación de la actual situación dependerá fundamentalmente de la gestión de la pandemia. Esto no quiere decir que no se puedan tomar iniciativas desde el sector turístico, público y privado, para sobrevivir a la actual situación. De hecho algo empieza a moverse. Por ello me he permitido utilizar la frase atribuida a Galileo. Repasemos los rasgos definitorios de la situación actual y los indicios de reacción frente a estos factores, que son todavía incipientes, pero prometedores, después de una desoladora falta de iniciativa.
El primer factor que condiciona el panorama de la presente situación es la epidemia y la gestión de la misma. En nuestro país ha sido, y sigue siendo, desastrosa y así lo reflejan los medios internacionales con un grave daño para la imagen de España. Replicando una frase de Arnold Hauser, que definía el régimen zarista como “un despotismo templado por la anarquía”, podríamos calificar nuestra gestión política de la pandemia como la incompetencia agravada por la prepotencia. Se han puesto de relieve dos graves fallas de nuestro sistema: una estructural, la fragmentación de nuestro sistema de salud en 17+2 corralitos, y otra, de carácter institucional, que convierte cualquier tema, por esencial que sea para la sociedad española, en un campo para la lucha política. Acemoglu y Robinson, en su famosa obra “Por qué fracasan los países”, aclamada por la izquierda y por los liberal-conservadores a la vez, argumentan que la clave del éxito o del fracaso reside en la política y en las instituciones políticas.
Mientras no se consiga dominar la pandemia, lo que corresponde, en primer término, es tratar de preservar el sistema productivo, empresas y trabajadores. Será difícil justificar por qué no se aplican las medidas de apoyo y de estímulo que están aplicando otros países en los que el turismo no alcanza la importancia que tiene en la economía de España. Teniendo en cuenta la valoración que la actividad turística tiene en relevantes miembros del Gobierno parece batalla perdida abogar por un plan específico para el turismo dentro del pomposamente denominado “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia”. Parece más realista que las instituciones representativas y las empresas del sector se centren en diseñar proyectos concretos en las áreas de la digitalización, la sostenibilidad y la formación del equipo humano.
En contraposición a este panorama institucional, el sector turístico privado ha hecho sus deberes. Ni en los hoteles ni en el transporte aéreo se han dado casos reseñables de propagación de la pandemia, frente a ciertas opiniones empeñadas en acusar al turismo de ser un factor de propagación del virus. ¿Qué turismo, si apenas lo ha habido?
En espera de la vacuna, hay una línea de acción que se va abriendo camino: la adopción de un sistema generalmente aceptado de prevención basado en los test a los viajeros. Mientras que al comienzo de la pandemia esta iniciativa parecía utópica, hoy, dada la situación de todos los mercados emisores, y los progresos científicos logrados con los test rápidos, es una propuesta compartida por las líneas aéreas, los aeropuertos, los hoteleros y los destinos. ¿A que esperan los Gobiernos y la Unión Europea, que algún paso ha dado, para dar respuesta a este clamor, cuando incluso los empresarios y los destinos turísticos están dispuestos a financiarlos? El encuentro del WTTC con el G-20, recientemente celebrado en Arabia Saudita ha reiterado esta vía como imprescindible para recuperar los viajes. España, a la que se le ofreció organizar este encuentro, tiene otra oportunidad de liderar el camino de la recuperación, apoyando esta iniciativa, con la Conferencia que quiere organizar conjuntamente con la OMT y los miembros del G-20.
Además de la preservación de la estructura productiva del turismo hay otra línea de acción, que consiste en mantener la comunicación fluida y estrecha con los operadores de los mercados emisores para evaluar en cada momento la situación cambiante y aprovechar las ocasiones que ofrezcan la mejora de la pandemia. Esta actuación, para la que el turismo español dispone de un instrumento eficaz que son las Oficinas Españolas de Turismo, tiene mucho más sentido que el lanzamiento de campañas de promoción para estimular la demanda en los mercados emisores. La experiencia ha demostrado (el 11-S en el mercado norteamericano) que cuando hay factores que anulan la demanda cualquier esfuerzo promocional es un derroche inútil. Estamos en el tiempo de la comunicación, no de la promoción. Pero hay que ser muy conscientes de que la eficacia de la comunicación depende de que el mensaje sea el reflejo de la realidad. De otro modo la comunicación pierde su credibilidad y es contraproducente. Por tanto, el momento de la comunicación llegará cuando la pandemia esté controlada en nuestro país.
Toda esta estrategia de recuperación del turismo, en las dos líneas apuntadas, ha de basarse para ser eficaz, en el entendimiento entre el sector público y el privado a la hora de diseñar y ejecutar las políticas de preservación del tejido empresarial y laboral y de actuación sobre la demanda, mediante la comunicación y las relaciones con los operadores en los mercados emisores. Los representantes del sector privado han de poder contribuir con la exposición de sus legítimas opiniones y reivindicaciones y a la Administración pública le corresponde encuadrarlas en el marco de los intereses generales del turismo.
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