Monterroso y una propuesta
8 enero, 2021 (02:21:34)Debo comenzar pidiendo permiso a Monterroso por utilizar su famoso cuento, pero difícilmente nada puede reflejar mejor la presente situación sanitaria y económica de España al comienzo de 2021 que una adaptación de su genialidad: ”Y al despertar, la pandemia y la ruina siguen aquí”. Tal como ha comenzado el año hay que preguntarse sobre la ilusionada despedida del año 2020 vaticinando ilusoriamente que el nuevo año sería mejor. Nada parece alimentar esta esperanza.
El Gobierno, a través de su máximo representante, nos aseguró que íbamos a salir fortalecidos de la lucha contra la pandemia. Nada más equivocado. El avance imparable de todos los índices que anuncian la tercera ola de la pandemia, y el fracaso, esperemos que inicial, del proceso de vacunación, reproducido en la fragmentación de 17 sistemas y falto de la mínima planificación y coordinación, contribuyen a la sensación de cansancio de la sociedad española que facilitan los episodios de anomía social, que facilitan insensatamente la propagación del virus.
¿Dónde ha ido parar lo que antes se llamaba gestión y ahora gobernanza? Por lo que parecen ser prejuicios ideológicos se rechaza acudir al sector privado del sistema sanitario así como a la ayuda de los recursos de las Fuerzas Armadas para acelerar la vacunación. Se llega a situaciones tan esperpénticas como que los representantes sindicales de la enfermería argumenten a la vez la insuficiencia de sus recursos por la precariedad y la falta de personal y la vez y, para defender sus funciones en exclusiva, rechacen acudir a otras instituciones. Las mutuas laborales están marginadas, y los funcionarios- civiles, militares, judiciales-, encuadrados en sistemas distintos al de la Seguridad Social no saben si están debidamente contemplados en los planes de vacunación en cuanto a plazos según su nivel de riesgo o serán los últimos de la fila. Éste es, desgraciadamente, el penúltimo episodio del manejo de la situación sanitaria, donde la coordinación está clamorosamente ausente, a pesar de que existe decretado un estado de alarma hasta el mes de mayo. Ello incidirá directamente en la prolongación de la pandemia, y con ella en el agravamiento de la crisis económica al continuar y acentuar la paralización del sistema productivo.
Y con ello pasamos al análisis del otro factor de la crisis a la que se enfrenta la sociedad española: la ruina económica. Se ha hablado mucho del falso dilema economía y salud. Es evidente que lo primero es la salud y sin que se haya restaurado la normalidad sanitaria no es posible recuperar la normalidad económica. Pero esto no quiere decir que sean incompatibles. Todo lo contrario, tal como nos están mostrando las soluciones adoptadas por nuestros socios de la Unión Europea. Los países europeos, incluida la Gran Bretaña, están aplicando sistemas, más o menos comprensivos, de ayuda a las empresas, autónomos y trabajadores, que permitan al sistema productivo nacional sobrevivir a los efectos paralizadores de la pandemia.
Estos sistemas no se basan sólo en medidas crediticias o aplazamiento del pago de los impuestos, que tienen efectos limitados ya que, en definitiva, no hacen sino aumentar los niveles de endeudamiento de los beneficiarios del esquema, lo que es válido para enfrentarse a una situación de falta de liquidez, pero no a una situación de falta de solvencia, que es la situación actual provocada por la prolongación de la pandemia. Los socios de la UE están aplicando ayudas directas, basadas en el principio de compensar la falta de ingresos por el cese de la actividad empresarial y laboral impuesto por exigencias sanitarias. Es evidente que en España la aplicación de este sistema es más difícil por la precaria situación presupuestaria derivada de la renuncia al principio de austeridad fiscal que nos ha llevado a niveles crecientes y peligrosos de endeudamiento presupuestario y que supone que el pago de intereses, a pesar de lo reducido de los tipos gracias al apoyo del Banco Central Europeo, consume un tercio del presupuesto, en detrimento de las inversiones productivos que permitirían reactivar la economía nacional.
Es revelador y paradójico que la mayor ayuda que recibe nuestro turismo lo prestan los gobiernos de los países europeos emisores de turismo, que están tratando de que sus empresas turísticas y de transportes sigan vivas de modo que en el futuro puedan seguir suministrando turistas a los destinos españoles. Mientras tanto, las empresas turísticas españolas de alojamiento, transporte, restauración y ocio, que constituyen nuestra oferta, corren el riesgo de desaparecer o de quedar seriamente dañadas cuando se restaure la normalidad ante la falta de un esquema efectivo de ayudas directas.
Es muy posible que la falta de este esquema se deba a la valoración que nuestro gobierno tiene del sector turístico, al que se le ha achacado ser un vector significativo de propagación de la pandemia y de ser de escaso valor añadido, que debería ser sustituido por otras actividades con una mayor aportación y ser menos vulnerables a las crisis. Se ha llegado a afirmar desde el Gobierno de una región que vive del turismo, que los fondos europeos han de destinarse no a recuperar al sector turístico sino a crear nuevas actividades más rentables y menos vulnerables. Eso sí, sin definir ni cuales ni el cómo.
Frente a esta postura hay que realizar una afirmación rotunda: la economía española, como han demostrado las crisis económicas anteriores, la última bien reciente, sólo podrá recuperarse si la actividad turística vuelve a la normalidad. Solamente el turismo es capaz de proporcionar el impulso para que se recupere el conjunto de la economía por la fuerte incidencia que tiene en otros sectores de la economía nacional y por la recuperación del empleo, que permitirá un mayor nivel de consumo y una mejora rápida de la tragedia social del desempleo. La transformación del sistema productivo ha de abordarse no desde la situación de crisis sino cuando ésta haya sido superada. En todo caso, sería insensato renunciar a un sector productivo como el turismo, en el que somos líderes internacionales, y que ha hecho posible modernizar la economía nacional a través de su aportación a la balanza de pagos, a la balanza fiscal, a disminuir el desempleo y a conseguir un mayor bienestar social.
Para despertar de la pesadilla monterrosiana causada por las crisis sanitaria y económica, que está destruyendo al turismo, y ante la falta de reacción oficial, una propuesta: que el sector privado organice un Congreso Nacional del Turismo que sirva para galvanizar a los actores nacionales y transmita a los socios de los mercados emisores que nuestro turismo mantiene intacta su capacidad de iniciativa.
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