Tiempo de esperanza para el turismo español
18 abril, 2022 (17:51:30)Cuando se aproximaba la Semana Santa la pregunta se repetía una vez más, sólo que con más incertidumbre después de dos años durísimos para el turismo. ¿Cómo respondería la demanda? Era un tiempo de espera. Llegada la Pascua de Resurrección, el tiempo de espera se ha transformado en tiempo de esperanza.
La reacción de la demanda, tanto en el mercado nacional como en los exteriores, en cuanto se ha tenido la percepción de que la pandemia empezaba a estar controlada y que los Gobiernos relajaban las condiciones para los desplazamientos, ha sido muy robusta. Después de los duros meses de confinamiento, el deseo de vacaciones ha sido la manifestación más clara del ansia social de un retorno a la normalidad. Las sociedades han puesto de relieve que las vacaciones constituyen no solamente una aspiración fundamental sino el deseo más manifiesto de recobrar la normalidad, y la reacción ha ido incluso más allá de lo esperado, hasta aproximarse a los datos, tanto en número como en nivel de gasto, próximos a las cifras de 2019.
Sin embargo, esta esperanzadora recuperación de la demanda turística no está libre de amenazas e incertidumbres. Sigue estando presente, en primer término, la evolución de la pandemia, que presenta inquietantes rebrotes en el país de origen, China, con ciudades de población millonaria, como Shanghái y Guanzhou sujetas a un rigurosísimo régimen de aislamiento, que afecta a la actividad personal y económica de sus habitantes, que ha suscitado brotes de rebelión ciudadana inusitados en un sistema tan controlado como el chino. Estos rebrotes de la pandemia son muy inquietantes ya que indica que el covid19 no ha sido vencido y que exige el mantenimiento de un preciso sistema de vigilancia, que evite volver a las medidas de contención de los movimientos que serían funestos para mantener esta evolución tan positiva del viaje y de la actividad turística.
Otra amenaza a la recuperación del turismo mundial es el efecto de la invasión de Ucrania por Putin, que ha vuelto a enfrentar a Europa con un conflicto bélico inédito desde la II Guerra Mundial, y que obliga a la Unión Europea a replantearse su política geoestratégica y económica, y con un gran impacto en la sociedad europea, que pensaba que la guerra en su suelo era una cosa del pasado. El efecto de esta invasión en la economía europea y mundial, con la inflación a niveles desconocidos y la ralentización de la recuperación de la actividad económica de los países miembros, maltrecha a raíz de la pandemia, puede tener efectos muy negativos. Hay que preguntarse si el nivel de ahorro de los europeos, que ha sostenido la potente reacción de la demanda turística, va a mantenerse en el tiempo y hacer posible que la actividad turística alcance a lo largo del año los niveles de 2019.
Junto a esta recuperación de la demanda, el otro factor que sostiene la esperanza en el turismo español es la vitalidad de nuestro sector, que no solo ha sobrevivido a estos dos años de dura prueba, sino que ha sabido mantener, a pesar de todas las dificultades y la falta de apoyo político, el impulso de renovación y mejora de la oferta, que ha sido su rasgo competitivo a lo largo de su historia de éxito. Basta recoger para fundamentar esta opinión unas cuantas noticias publicadas estos días acerca de los nuevos proyectos, ya realidades en muchos casos, de creación y renovación de la planta hotelera, tanto en destinos vacacionales de sol y playa como en las ciudades y que reflejan la transformación cualitativa de nuestra oferta turística. Citemos sólo algunos casos: el más importante operador europeo, TUI, ha incluido en su lista de mejores establecimientos a cinco hoteles de Gran Canaria, la renovación del hotel Castillo Son Vida de Palma de Mallorca, el proyecto de un nuevo hotel diseñado por Norman Foster en Tenerife, con una inversión de cien millones de euros, el hotel Four Seasons en Madrid, que se une al renovado Ritz y al nuevo Riu de la Plaza de España, el proyecto de un hotel de cinco estrellas en Barcelona, que parece poner fin a la suicida moratoria municipal, y los múltiple proyectos en otras ciudades como Sevilla, Málaga, y otras capitales. Esta vitalidad ha hecho posible, así mismo, la continuidad de la expansión internacional de las cadenas hoteleras españolas, tanto de las grandes como las de tamaño medio.
Y todo ello sin que los poderes públicos hayan prestado al sector turístico la atención que requiere su importancia para la economía nacional y el hecho de que la turística haya sido la actividad económica más afectada por la pandemia. Eso sí, algunos miembros del Gobierno alaban la recuperación de los niveles previos a la pandemia. Hay que precisar que esta consideración se refiere a la falta de apoyo a la actividad empresarial, no a la promoción, en la que España sigue contando con un instrumento eficaz y de reconocido prestigio en el ámbito internacional.
Es de temer que esta minusvaloración política de la actividad turística se traduzca también en la falta de atribución al sector turístico de fondos Next Generation, a pesar de que el sector ha sabido presentar un frente común con proyectos que son básicos para su futuro, como los relativos a la digitalización y la sostenibilidad, claves para que nuestro turismo siga ocupando lugares de vanguardia a nivel mundial. Al sector turístico el Gobierno le plantea nuevas exigencias de carácter “ético, inclusivo, diverso y ecologista”, pero se le niega la ayuda que se presta a otros sectores económicos, con un peso inferior en términos de PIB, de empleo y de dinamización de la economía nacional.
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