Hace escasas semanas, una conocida revista económica me entrevistaba en su sección de podcast, en la que hablamos sobre el sector turístico, la drástica caída que este sufrió con la pandemia, los vaivenes durante la recuperación, así como las previsiones que contemplamos aquellos que amamos este sector, reconocemos su contribución a la economía y, para ello, lo analizamos detenidamente. Pues no podría seguir estas líneas sin antes mencionar que, como muchos de ustedes sabrán, hablamos de un sector que no solo representa casi el 10% del PIB mundial, sino de un sector que, de la misma manera, pretende concentrar el 10% del empleo mundial tras la crisis que en estos momentos atraviesa.
En el análisis, señalamos la gran contracción que ha vivido este sector. Para ser rigurosos, debemos señalar que hablamos del sector más golpeado por la pandemia, quedando esto patente en un PIB turístico que, a la luz de los datos, cayó a menos de la mitad. De la misma manera, señalamos cómo este muestra en el horizonte luces que alertan de una recuperación inminente, pero también de cómo los sucesos que se han dado a nivel global agitan una incertidumbre que, como con la pandemia, afecta especialmente a este sector. Y es que hay que decir que a las nuevas variantes del virus le siguió una guerra que ha puesto al mundo al borde de la 3ª Guerra Mundial.
Entrado ya el apartado en el que comentamos las previsiones, el periodista me preguntó sobre qué opinaba del sector turístico tras lo ocurrido, y sobre si este sector tenía futuro ante la situación que atravesaba y en la que, mejor dicho, habían quedado las empresas tras semejante descalabro. Y en este mismo contexto, aprovechaba para hacer mención a las numerosas cancelaciones que esas nuevas variantes estaban provocando en el mundo, y cómo en un escenario de recuperación, el virus volvía a sacudir al sector turístico, dejándolo en estado comatoso y al borde de un punto de inflexión del cual, según numeroso expertos, podría salir dañado estructuralmente.
Si lo pensamos, las preguntas tenían mucho sentido. Las empresas que operan en este sector, mayoritariamente pymes en nuestro país, se encuentran muy dañadas y con escasos recursos. La pandemia seguía sin amainar y las nuevas variantes estaban provocando numerosas cancelaciones que volvían a poner en serios aprietos a un sector que parecía que podía volver, pero que a última hora se le frustraban los planes para la reapertura. Y a todo esto, debemos sumar la situación en la que tenemos a una sociedad civil atemorizada por un virus “extremadamente contagioso”, el cual, según numerosos expertos, pretende poner al sector turístico contra las cuerdas, pudiendo acabar, según estos, con la existencia de este.
Mis respuestas fueron más optimistas que las preguntas, desde luego. E incluso debo decir que me atreví a desvelar posiciones que tengo en cartera y que evidencian ese optimismo ante la mera presencia de numerosas compañías relacionadas con este sector. Además, pasadas unas semanas, escribía un artículo en el que señalaba una serie de datos y me reafirmaba en mi pensamiento optimista que tenía sobre el sector. Por parte de los periodistas, nuevamente, recibí un feedback en el que se me decía que las previsiones que tenía sobre el sector eran demasiado optimistas frente a la posibilidad, en última instancia, de que el sector desapareciese como tal, reduciendo considerablemente su peso en nuestras economías.
Y es que debo decir una cosa. Los datos, a día de hoy, nos muestran que las previsiones de aquellos catastrofistas que preveían la muerte de este sector no son más que aire. En este sentido, las cifras señalan cómo España sigue acelerando la recuperación, recibiendo ya a más del 72% de los que llegaban antes de la pandemia. Y de la misma manera lo hizo el empleo. En este sentido, las cifras nos dicen que el empleo turístico rozó en el pasado mes de marzo el nivel prepandemia, con 2,3 millones de afiliados a la Seguridad Social, los cuales representa, aproximadamente, el 99,4% de las altas que había en el sector en el mismo mes de 2019, según los datos publicados este martes por Turespaña.
En este sentido, las cifras no solo llaman a ser optimista, sino que lo refuerzan aun más. Pues ya hay numerosos expertos que, ante semejantes datos, cambian su postura frente a una recuperación que consideraban mucho más tardía. Desde hoteleros hasta aerolíneas, todos ya opinan que el 2022 será el año de la recuperación, y los datos que hemos ido registrando en abril y mayo nos dicen que no vamos por mal camino. Y debo decir que estos datos se reflejan en otras economías de América Latina, del resto de Europa, así como otros países que, como España, apuestan por el sector turístico como un claro motor de crecimiento económico.
Pero debo decir que no hace falta ser un gurú para darse cuenta de que las dudas no eran más que habladurías. Mi respuesta a las cancelaciones que vivía el sector fue precisamente esa. Si hay miles y miles de cancelaciones por la aparición de Ómicron, alguien debía haber hecho esas reservas previamente para, cuando apareció la variante del virus, poder cancelarlas. En otras palabras, si hay cancelaciones es porque hay reservas, y si hay miles y miles de cancelaciones es porque había miles y miles de reservas. Y debo decir que eso solo significa una cosa: la gente quiere viajar, demanda al sector turístico.
Porque el sector turístico, en conclusión, no es un sector cualquiera. El sector turístico es un sector muy, pero que muy distinto. Pues va mucho más allá de la utilidad y de lo económico. Las experiencias, las conexiones con las ciudades y sus gentes, los momentos vividos, los descubrimientos y esos momentos tantas veces soñados. Todo esto es posible gracias al turismo. Y sí, soy optimista por el hecho de que, como esos miles y miles de ciudadanos, yo también fui uno de esos que hicieron su reserva, y que la volverá a hacer en cuanto la situación lo permita.
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