Destinos como Benidorm son la salvaguardia ecológica
26 diciembre, 2017 (17:10:15)Recuerdo las caras de mucha gente cuando en una rueda de prensa sobre el 1988, en unas jornadas a nivel europeo, dije que sitios como Benidorm eran la salvaguardia ecológica del Mediterráneo.
Sé muy bien que la imagen de un Manhattan en el litoral español, no se asocia precisamente con un entorno natural bien conservado y con pueblos idílicos, sino aparentemente todo lo contrario.
Pero si uno analiza tanto este destino, como otros similares en muchas partes del mundo, se da cuenta de lo importante que puede ser que el modelo más convencional del desarrollo turístico, que no es precisamente el desarrollo sostenible, favorece el turismo de masas y el sol y playa, pero que con criterios de calidad ambiental y turística, pueden ser un modelo positivo de concentración turística intensiva, dejando el resto del territorio libre, versus la barrera de cemento que se desarrollo a lo largo de todo el Mediterráneo, hace décadas.
También recuerdo que en esas décadas hubo un ministro de turismo de España quien quiso promover el turismo ecológico, y traer al menos 1 millón de turistas al año, cosa que afortunadamente se quedo en palabras.
Desde hace tiempo se conoce el peligro del impacto ambiental negativo, de un turismo poco controlado en las áreas naturales, donde el apetito de los turistas es mayor que la conservación del sitio. Y si no vean todos esos casos de acoso a la fauna, la pretensión que los animales silvestres se conviertan en mascotas durante unos minutos, los selfies, o la sensación de hacer safaris o convertirse en salvadores.
La verdad es que en el 88, provoque un susto al afirmar que sitios como Benidorm eran la salvaguardia ambiental pero cada vez me reafirmo mas, porque el turista de masas, que sabe lo que quiere y tiene unas motivaciones y expectativas bien definidas, solo hay que saber responderle y no tratar de convencerles que se hagan ecoturistas y bien escojan otros destinos o peor que use las actividades de animación en el hinterland de éstos, como buggies en las dunas, motocross, etc. en vez de quedarse dentro de las fronteras del resort y disfrutar de lo que realmente le gusta.
Solo imaginen que en una década se podrá llegar a tener 2.000 millones de turistas internacionales, según la OMT, mas obviamente los nacionales y a estos sumarles los excursionistas, muy proclives a viajes a las áreas naturales.
Si dijésemos que el 10% puedan ser “consumidores” de un turismo de naturaleza, rural y similares, pues hagan el cálculo e imaginen el desastre ecológico de su impacto, tanto por numero, intensidad y sobre todo por concentración en espacios protegidos, siempre más frágiles o vulnerables.
Últimamente tanto en las redes sociales, como en la prensa, aparecen lamentables noticias de este tipo de consumidores, con expectativas de naturaleza, creadas más en su imaginación (Lo que siempre he denominado efecto Dysney) que en la realidad y que provocan un daño que cada vez es más severo, por los mejores accesos, comercialización y por el numero de éstos, que pretenden imagino involuntariamente domesticar esa naturaleza salvaje y convertirla en zoos abiertos, a semejanza de los reportajes de la BBC, National Geographic y otros.
Si analizamos el fenómeno, en realidad y en términos absolutos, esta tipología de turistas, que cada vez crece más, son mucho más peligrosos que el turismo de masas, el denostado sol y playa, que se concentra en sus resorts y macrodestinos, que bien gestionados dan muy buenos resultados.
Quizás la conclusión es que todo el turismo debería ser sostenible y por tanto competitivo, pero basándose en su capital natural, cultural y social y no en la precariedad del maltrato a su entorno y su capital humano.
La lección se sabe y este 2017, confío que sea el arranque de algo más de mensajes de la OMT y exista una osmosis a la sociedad, para que sea la demanda quien lo exija.
Deseo que este próximo 2018, sea el comienzo de esa revolución que ponga sentido común al desarrollo.
Un cordial saludo y un Feliz Año Nuevo.
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